La emoción superó a la grandilocuencia de la acción
Cuatro años pasaron para ver la segunda película de La Mujer Maravilla.
Cuatro años pasaron para ver la segunda película en solitario de La Mujer Maravilla. Cuatro años en donde, retrasos de mercado y pandemia mediante, mucha era la expectativa por volver a ver a la princesa amazona en todo su esplendor luego de su debut película en solitario de 2017.
En esta secuela también dirigida por Patty Jenkins, encontramos a la protagonista Diana Prince/Wonder Woman (Gal Gadot) en la época de los 80, ya asentada en el mundo de los hombres y con la doble responsabilidad de mantenerse fuera de los grandes focos de atención y al mismo tiempo abocada a defender a quienes no puedan hacerlo de los malhechores.
Este es el panorama que nos presenta WW84, ahora bien, de la misma manera que Diana intenta estar siempre dispuesta a ayudar a los indefensos también están quienes, con conflictos dignos de la época, buscan consolidarse en los puestos de poder para asegurarse un porvenir más frondoso en lo económico y ahí es donde entra en juego el antagonista principal de la película: Maxwell Lord (Pedro Pascal), un magnate petrolero de palabra pero que en el bolsillo sólo tiene deudas acumuladas con todos sus inversores.
Con un panorama negro, como el petroleo que no logra conseguir, a Max no se le ocurre mejor idea que recurrir a una antigua piedra Maya que, según antiguos estudios e historias, logra concederle a su portador el deseo máximo que tenga. Casualidad mediante, dicha piedra se encuentra en el Museo del Smithsonian, lugar en donde Diana trabaja. Es entonces donde los caminos de nuestra heroína y nuestro antagonista se entrelazan pero no sin antes marcar a una tercera persona en semejante lío. Cómo si fuera poco, Barbara Minerva / Cheetah (Kristen Wiig), una nueva empleada del museo, llega antes que ambos a hacerse del extraño artefacto y ahí es cuando los problemas para la princesa amazona van a comenzar y el futuro del mundo descansa sobre sus manos.
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Una de las diferencias notorias que puede tener esta película con respecto a la anterior es el tono. El tono que no sólo se muestra mediante chistes o la paleta de colores que la fotografía pueda demostrar, sino con lo que la película quiere transmitir en cuanto al subtexto que maneja. El film habla todo el tiempo sobre cómo reponerse de la pérdida, de cómo el paso del tiempo no puede cerrar las heridas sin ayuda de uno y de la importancia de sobreponerse a eso que nos hace falta y centrarnos en aquellos que hacen la diferencia real en nuestras vidas. Es ese el punto de partida de Jenkins, Geoff Johns y David Callaham a la hora de escribir el guion que, sin perder de vista las secuencias de acción épicas propias de un personaje como Wonder Woman, deciden enfocarse en el lado más terrenal de Diana para poder lograr una relación más profunda para con el espectador. Claro que esto no indica que la película sea perfecta, bien lejos está de serlo, ya que a lo largo de las extensas dos horas y media de metraje, el tiempo se termina sintiendo bastante y si bien es entretenida y emocionante, hay mucha parte de la trama que podría estar resumida y el desarrollo no se vería modificado sustancialmente.
Después hay decisiones de guion que no son para nada innovadoras, otras que carecen de sentido y resoluciones que provocan que nuestros ojos miren para el techo, buscando algún tipo de escapatoria a esa decisión tomada. Si bien las escenas de acción dicen presente a cuenta gotas, esas pocas están muy bien logradas y funcionan de gran manera con la música, compuesta y retocada nuevamente por Hans Zimmer. Para no ser menos, las actuaciones logran eclipsar el mal o poco desarrollo de algunos personajes, por ejemplo el de Pedro Pascal. Lógicamente Gal Gadot vuelve a ser todo lo que Wonder Woman representa tanto en espíritu como imagen y Wiig da una buena interpretación de un personaje complicado de lograr por el CGI, pero que por una buena decisión de cómo es incluida esa posible falencia no se termina percibiendo.
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En definitiva Wonder Woman 1984 es una correcta continuación de la vida de Diana Prince en el mundo de los hombres, sobre todo por el camino emocional que realiza la protagonista. Si bien tiene algunas aristas que logran que la película no sea completamente eficaz, pequeños elementos logran emparejar el panorama.