Hay una cierta lógica del cine industrial que alimenta el adjetivo “industrial” sin necesariamente recordar el sustantivo “cine”. Esa lógica es la de la acumulación y la fórmula, y que en este caso se puede reducir a “dos grandes comediantes + una situación picante (disculpe el lector lo viejo del calificativo) = risas”. Esta lógica a veces funciona y a veces, no: es decir, a veces genera un buen film y a veces, no, y es puro azar, especialmente cuando no hay una idea que rija al conjunto.
Aquí hay una mujer bella (Cameron Díaz) que descubre que su perfecto novio (Nikolaj Coster-Walda) está casado (con Leslie Mann). Busca a la mujer para destruirla, terminan amigas, el hombre tiene un tercer affaire (con Kate Upton) y las tres buscan destruirlo, tan amigas y solidarias. Podríamos estar frente a un ejemplo de inversión de la comedia romántica, de un intento por subvertir sus lugares comunes a través del humor, del marco ideal para que Díaz y Mann, dos cómicas excepcionales (¡qué poco les da Hollywood a las grandes payasas del cine!) generen comicidad.
Pero no: detrás de este film hay un director casi anónimo (Nick Cassavetes, quien a pesar de su nobilísimo apellido siempre ha sido un empleado anónimo) que deja pasar de largo las oportunidades. Es cierto que el guión no brilla, pero es como en la cancha: dos jugadores brillantes pueden teñir de bello lo aburrido. No es el caso: deslucido cero a cero.