Esta no es una película feminista
Mujeres al poder o Potiche (en referencia a un adorno inmóvil presente en cualquier hogar) es una comedia que particularmente funciona en los momentos en los cuales su realizador, Francois Ozon, apuesta a la saturación estilística. Esto ocurre especialmente desde el comienzo de la misma hasta el tiempo en que la trama parece tomar la senda de las definiciones, aun cuando hacia lo que parece el final hay una nueva apertura en la trama, que lleva la película hacia un desenlace de una pobreza supina. De modo que podríamos decir que una parte de la película se construye en una lógica estética que todo el resto de la misma no duda en anular.
Suzanne Pujol (Deneuve), es la heredera de una fábrica de paraguas dirigida por su esposo desde la muerte de su padre, una burguesa acomodada a su rol de esposa y madre sumisa. Acostumbrada al desprecio de Robert Pujol (Luchini) luego de 30 años de matrimonio, dos hijos y engaños a montones, ella se enfrenta por diversas circunstancias a la necesidad de hacerse cargo de la empresa, en momentos de una crisis sindical violenta.
En ese momento contará con la asistencia del diputado comunista, y dirigente gremial, Maurice Babin (Depardieu), con quien tuvo un encuentro ardoroso y fugaz, muchos años atrás. La resolución del conflicto estará reglada por el trato gentil, por la recuperación de la vieja tradición – de la que su padre era cultor – del trato personal y del conocimiento de cada individuo, sin que esto tenga necesaria relación con la mejora real de las condiciones económicas.
Lo que sigue es un vodevil familiar donde junto al enfrentamiento entre el esposo desplazado y su esposa puesta a jefa y mujer deseable, acompañan este viejo izquierdista militante convertido en viejo amante enamorado, una hija conservadora que reproduce la sumisión materna y un hijo que apoya a su progenitora, como modo de hacerse carga a su vez de su propia sexualidad.
Desde el inicio, sobresaturado de color y de clichés, el realizador apuesta a la re escenificación excesiva para dar a la antigua comedia teatral un sentido doble. La comedia se estructura en su trama – claramente decadente – pero también en el modo en que se expone. Porque Ozon no solo pone en escena la historia de la familia Pujol, sino también un viejo modo de representación de los personajes y las relaciones. En el tramo donde esta exasperación escénica domina, la película es entretenida, atrevida, inteligente. Cuando la historia del enfrentamiento de género se pone en el centro de la dramaturgia, la película pierde completamente sus virtudes y se hace tonta y previsible.
Las escenas que destacan, que apuestan a la memoria emotiva de un espectador adulto, especialmente la salida nocturna de la pareja Deneuve – Depardieu, son perlas que adornan esta comedia intrascendente. Potiche oculta tras su pátina de feminismo setentista una fuerte vocación por una vieja burguesía conciliadora, con visión nacional, industrialista. Aunque la opresión de género y de clase han ido juntas en la historia del capitalismo, cuando en Francia imperan la deslocalización fabril y la hegemonía de los Sarkosy y los Le Pen, Ozon con la recuperación de este discurso por la conciliación de clases y la defensa del trabajo nacional, parece un socialista desbocado.