Es más, tome algo fuerte, porque necesito de su imaginación para seguir adelante... o mejor dicho atrás, porque para entender, y acaso disfrutar, “Mujeres al Poder”, hay que retroceder unos 35 ó 40 años en el tiempo, momento en el cual la comedia francesa de tono “comercial” tenía una forma de decir de los personajes; una estética y hasta un contenido muy característico que si se lo revisa hoy es tan inocente que roza el ridículo. No es que esto tenga particularmente nada de malo, pero si uno alquila “El Salvaje” (“Le Sauvage”, 1975), por poner un ejemplo, tiene que estar listo para gags tipo “había Una-vez-truz”. Todo muy naive ¿Me comprende? En “Mujeres al Poder”, hasta la escena de la aparición del hijo parece sacada de algún capítulo de “La Tribu Brady”, así que ya está avisado.
Dicho esto, puedo hablar del cuentito de “Mujeres al Poder”. Ubicada en un pueblo de Francia en 1978, pleno apogeo de del 2º movimiento de la liberación de la mujer, el guión se centra en Suzanne (Catherine Denueve) que claramente representa todo lo contrario a eso. Entregada, resignada, sumisa, casi autista en su mundo de negación de estar viviendo desde hace 30 años con Robert (Fabrice Luchini), justamente el arquetipo del macho con poder (dirige la fábrica de paraguas del su ya fallecido suegro), quien además tiene por amante a la secretaria.
Por otro lado Maurice Babin (Gerard Depardieu), un diputado socialista que promueve la huelga que los trabajadores están haciendo en la fábrica. Algunas idas y venidas del guión (y un preinfarto de Robert) derivan en que Suzanne “salga del jarrón”, que es de hecho el objeto que representa la analogía con su actitud frente a la vida. Esta parte del guión me hizo ruido por el lugar en el que queda parada la mujer después de que se revela que Suzanne ha sido bastante promiscua antes y durante su matrimonio. Cada cual a lo suyo, pero es insoslayable que si este personaje es el arquetipo de la mujer naive que debe toma las riendas de una empresa en el machista mundo de los hombres, parece cuestionable que luego se haga tanto hincapié en la aventuras sexuales que tuvo como si eso le quitara méritos.
El realizador François Ozon se ocupa de dos cosas fundamentalmente: que ocurran tantos hechos como sean posibles en los 103 minutos que dura la película, muchos de los cuales no parecen necesarios para contar la historia; y de mantener su realización al estilo y altura del Claude Lelouch de los ‘70. Hay hasta escenas teatrales con planos generales en donde los actores desarrollan la acción.
El diseño de arte, la fotografía y la música están tan estancados en el tiempo como la dirección, aunque en estos rubros es muy destacable el diseño de vestuario de Pascaline Chavanne, habitué de las películas de Ozon, y la selección musical de temas propios de la música disco superficial de los ’70, pero muy característica de esa década.
Dicho de otra manera, “Mujeres al Poder” es una comedia muy inocente y con poco trasfondo a pesar de los temas que toca; pero a su vez sabe descansar en ese tipo de humor para llegar al público que esté dispuesto a recibirlo. Es eso, o, efectivamente, esto se filmó en los ’70 y quedó congelado hasta hoy para su estreno.
Hasta luego.