Mujer objeto, mujer liberal
Si hay algo que puede definir este nuevo opus del polémico realizador francés Francois Ozon que la traducción local perjudicó bajo el titulo Mujeres al poder del original Potiche es la oda al exceso.
Exceso de feminismo; de clichés y estereotipos; de ludismo y solapado sarcasmo contra la burguesía y los ideales políticos de los 70 bajo el pretexto de una comedia liviana y de situaciones con una fuerte impronta teatral (ya nos tiene acostumbrados a este registro desde 8 mujeres) pero que no pasa de ser un film correcto y entretenido, muy por debajo de las propuestas de este director.
La mayor virtud consiste en haber captado tanto desde lo visual como del guión un halo de film setentista que pone en el centro del tapete el patético rol de una ama de casa Suzanne (Catherine Deneuve), mantenida y objeto de decoración de su familia –de ahí el título original que sería Florero-, a quien el fortuito accidente que sufre su despótico esposo Robert (Frabrice Luchini), dueño de una fábrica de paraguas, la posiciona en un lugar de mando importante dentro de la empresa que le devuelve la confianza en sí misma.
Así las cosas, con algún que otro apunte humorístico y la explotación del mal entendido para armar situaciones hilarantes, François Ozon se vale de la excelente predisposición de Catherine Deneuve que prácticamente carga con la mayor parte del film sin soslayar la presencia de un Gerard Depardieu -con quien se complementa perfectamente- en el rol de un diputado comunista que competirá contra ella en las elecciones comunales y que fuera en el pasado su amante.
Como film irónico sobre la burguesía y sus conflictos de alcoba esta vez el director de Ricky se queda a medio camino, dejando en claro que cuando se aparta de sus dramas perturbadores y psicológicos como El refugio le brotan sus arrebatos almodovarianos, pero sin la gracia del director manchego.