Acierta Ozon con su versión de “Potiche”
Los memoriosos (y afortunados) recordarán haber visto este vodevil, con su nombre original, «Potiche», hará unos veinte años en Mar del Plata y Buenos Aires. Con él se despidió de las tablas Mirtha Legrand, jugando el papel que ahora interpreta Catherine Deneuve. La acompañaban Juan Carlos Mesa, luego reemplazado por Rodolfo Ranni, en el papel de marido, y Juan Carlos Calabró en el de sindicalista que entra en confianza con la esposa del empresario, y que en cine hace Gérard Depardieu. Dirigía la puesta, monsieur Daniel Tinayre. Quien la vio todavía se regocija, y quien no, también se regocija, pensando en los diálogos que tendrían doña Mirtha con Calabró. Tales memoriosos dicen que el juego entre ambos era mejor que el de la Deneuve con Depardieu, aunque eso ya es mucho decir y no puede comprobarse.
Lo cierto es que la obra sigue siendo entretenida, incluso bastante aguda y sustanciosa. El asunto es prácticamente el mismo: una señora muy aseñorada se ve en la repentina obligación de atender por un tiempo la empresa que hasta ese momento manejaba solamente su marido. Corrige algunas cosas y, contra todo pronóstico, la hace progresar. Más aún, le toma el gustito, sale de su jaula de oro y asume nuevas experiencias, no sólo empresariales, para desesperación del otro, que la tenía de adorno, tal como el título sugiere. En la versión que ahora vemos esas nuevas experiencias llegan hasta la política, lo que permite otros chistes, y otro final, más actualizado, aunque la ambientación sigue transcurriendo en mejores épocas (mejores para el recuerdo, se entiende).
Para el caso, todo se ambienta en los 70, y el propio estilo de la película remite directamente a los 70, con tal gracia evocativa que uno espera en cualquier momento la aparición de Louis de Funes como el malhumorado dueño de la fábrica. En su reemplazo aparece Fabrice Luchini, a quien cabe prestarle atención. Lo mismo a Karin Viard, que hace de secretaria. Pero, por supuesto, quien se lleva las palmas es Deneuve, al fin otra vez haciendo una comedia. La anterior fue «Ocho mujeres», con el mismo director, François Ozon. Ah, al fin otra vez Ozon haciendo una comedia. Es un director completo, casi todoterreno como los de antes, pero lo que el público general más le agradece es justo este sentido del humor, y de la puesta en escena que puede regalarnos.
En suma, hay chistes simpáticos, espíritu de parodia (a veces medio locales, otras universales, como la paráfrasis de un famoso poema de Kipling), unos acordes a lo Vladimir Cosma para mayor poder evocativo, comediantes de buen ánimo, y se dicen unas cuantas cositas como quien no quiere la cosa, en tono ligero pero nada tonto. Autores de la pieza original son los hoy viejitos Pierre Barillet y Jean-Pierre Grédy, es decir, los mismos de «Flor de cactus», «Cuarenta kilates» (que acá también hizo Mirtha Legrand) y otras varias de similar encanto y oportunidad de lucimiento para las actrices.