A la conquista de Europa
Con menos eficacia y sorpresas que su antecesora, Muppets 2: los más buscados (Muppets most wanted) alcanza a cubrir las expectativas de la secuela tan esperada por fanáticos, con una explosión de cameos que despertarían envidia en cualquier producción cinematográfica donde comparten cartel desde Tony Bennet hasta Dany Trejo, en una historia entretenida y agradable para todo público.
En misión autoparodia, el arranque prometedor de Muppets anticipa que lo que seguirá de acá en adelante es una secuela y allí aparece la primera pregunta que siempre hay que hacerse teniendo en cuenta las experiencias de secuelas a lo largo de la historia: ¿Segunda parte mejor que primera? La respuesta puede dividirse en dos compartimentos estancos, uno por el no y otro por el sí y en ese sentido comienza a tallar un nuevo interrogante que resulta más complejo teniendo en cuenta el presente de esta franquicia de cara al futuro y que tiene que ver exclusivamente con perdurar en el tiempo o caer en el olvido o en ese espacio tan explotado hoy en día por Hollywood como lo retro y la nostalgia sin una cuota de novedad o riesgo artístico.
El desafío mayor que debía afrontar la secuela era si conseguía superar pasada ya la moda y la novedad a su antecesora que marcó el regreso triunfal de estas marionetas y sus caóticas aventuras. Para tal propósito la historia no debía solamente ser un pretexto sino tener sustancia y peso más allá del aportado por cada personaje reconocible aún hoy y desde este punto de vista resulta adecuado haber incurrido en un relato que mezcla elementos del cine de género, dosificados por buenos gags y números musicales como vehículo o pantalla para marcar el lucimiento de un nutrido y ecléctico seleccionado de estrellas hollywoodenses contemporáneas.
Fiel a la premisa de la secuela, el comienzo se conecta en la trama con la primera película tras el exitoso espectáculo donde Kermit –aquí más conocido como la Rana René- y su troupe recuperaron su lugar y a partir de ese momento todo lo que venga debería ser un triunfo más allá del riesgo del olvido del público como síntoma de una moda pasajera. Pero ese tono de autoparodia se ve de inmediato reemplazado por un relato de aventuras ATP desplegado en distintos puntos geográficos de Europa como Madrid, Dublin, Londres, que forman parte de un plan urdido por una mente maquiavélica y su secuaz para llevar a cabo una seguidilla de robos de joyas y piezas de valor bajo la pantalla de una gira de los Muppets acompañados por un nuevo representante, a quien el británico Ricky Gervais dota de su habitual cinismo y sentido del humor, aunque la estrella del convite es otra rana llamada Constantin. Kermit y Constantin son como dos gotas de agua, aspecto que no dificulta que el villano tome el lugar del líder en la troupe y engañe hasta a la mismísima Piggy mientras el verdadero René es confundido por el malhechor y recluido en la prisión de Siberia.
Así las cosas, la idea del equívoco Constantin René llega hasta las últimas consecuencias en una trama que coquetea por momentos con el cine de espionaje y que acumula chistes físicos o visuales en medio de las habituales canciones por las que desfilan nombres reconocibles en los créditos finales pero no así en la pantalla por su ínfima aparición –hay que buscarlos con lupa a veces perdidos en el encuadre-.
James Bobin vuelve a dirigir con eficacia, ritmo y criterio para abrir el espacio entre la historia y las mini historias de cada canción que amalgaman y enriquecen el relato, que cuenta con momentos realmente logrados y otros no tanto pero que se deja ver.