Ópera prima de ficción protagonizada por los bolivianos Fernando Arze y Cristian Mercado y por el argentino Pablo Echarri. Seleccionada para representar a Bolivia en los Oscar.
A grandes rasgos, la historia nos habla sobre el ocaso de un ídolo, Coco “Muralla” Rivera, quien fuera un prestigioso arquero de fútbol en la Bolivia de los 90. Hoy, este ex futbolista sufre de problemas de alcohol y trabaja humildemente como chofer de combi. Su conflicto principal se dispara cuando no puede afrontar el financiamiento de la operación de su hijo, internado en el hospital a la espera de un trasplante de órganos, por lo que termina involucrándose, de forma desesperada, en el submundo de la trata de personas para juntar el dinero.
La película da su apertura con la presentación del personaje de “Muralla”, interpretado por Fernando Arze Echalar, y su cosmos. En él, observaremos a un hombre de unos cuarenta años, desaliñado y abatido, que mira nostálgico, y a plena luz del día, el arco de una canchita de fútbol ubicada en la parte alta de La Paz, mientras que al cerrar sus ojos se sumerge a recuerdos sonoros de sus años de gloria.
Luego, pasaremos a comprender su crítica situación económica y descubrir que la salud de su hijo se encuentra en grave peligro. Este factor pone en acción a nuestro protagonista para conseguir una gran suma de dinero de forma rápida, sin importarle cómo, pues es la pasión ciega por salvar a su hijo lo que lo llevará a una decadencia moral y sin medida.
Desde el punto de vista formal, dirección, arte y fotografía realizan un trabajo planificado con la luz y los espacios a lo largo del relato, buscando la connotación del descenso del protagonista a los infiernos. De esta manera, veremos al arco lumínico iniciarse en la secuencia de apertura con escenas de día y, casi culminando el film, estaremos transitando por la noche más oscura; este mismo análisis corre para las locaciones, ya que irán variando de mayor a menor en relación a su altura. Estas decisiones, sumadas al extrañamiento que provocan los encuadres aberrantes, nos marcan la psicología del personaje y cómo éste irá consumiéndose a sí mismo a causa de la carga interna que acarrea.
Cerca del punto medio, la historia toma un nuevo curso, no voy a spoilear el por qué, pero hace que “Muralla” busque la redención tomando la decisión de rescatar a la niña raptada por él mismo mientras es atormentado por su pasado inmediato. ¿Podrá el protagonista reivindicarse con dignidad? Es aquí donde Patiño se apoya en la simbología cristiana como respuesta y utilizando como herramienta condenatoria a la humanidad.
Narrativamente parece centrarse en la intriga policial, con tintes de cine negro y, si bien no profundiza en el negocio de la trata y tráfico de personas, es valedero que la película ponga en pantalla la problemática remarcando la existencia y la indignante naturalización de la venta de seres humanos para fines de explotación laboral, sexual y/o tráfico de órganos.
Muralla es una película que consigue reflotar, técnica y artísticamente, al cine boliviano; y si bien el guion no consigue ahondar en sus tramas lo que significa una apatía para con les personajes y la historia, puede que interpele un hasta dónde llegaría nuestra moral en semejante situación.