Tremenda película que va al centro de una temática descarnada y actual, el tráfico de personas. El mérito de esta superproducción boliviana está en la dirección de arte, en la conmovedora actuación de su protagonista, Fernando Arze, que coescribió el guión con Gory Patiño (director) y en el coraje de contar las cosas como son.
Con rasgos del Soderbergh de "Traffic" sin tanto presupuesto, o del más cercano "El Bonaerense" de Trapero, nos iremos adentrando en el drama de Jorge "Muralla" Rivera, apodado así por haberle dado la gloria por medio de una atajada magistral a su San José, actualmente, apenas reconocible para sus fans.
Jorge maneja un minibus a hora y deshora para ganar el dinero para el transplante de su hijo de 12 años. El pequeño cada vez está más débil y no alcanza para el tiempo que le queda en un hospital público donde muchos otros tienen la misma necesidad o pueden por algún artilugio cambiar el número en la fila.
El hombre no se resigna, quiere conseguir todo por las buenas, no corromperse, quizá vender su transporte a un contrabandista. Cacho (Cristian Mercado), un sabandija, otra actuación a tener en cuenta, le insiste diciendo que puede obtener lo anhelado y más pero tendrá que ensuciarse las manos y el alma, además de dejar una comisión.
Un llamado del hospital lo apura más y Jorge cae en una trampa que parece no tener vuelta atrás. Lo que hace no sirve para salvar a su hijo y acentúa su calvario. Ese viacrucis es lo que nos va a relatar la película.
Va a sufrir el peso de todos los pecados, de la traición, de todos los males en carne propia y buscará poner en evidencia a la red que actúa locamente. Lo que no se da cuenta es que su inocencia lo hará carne de cañón de los poderosos y corruptos que no perdonarán ese arrojo de un hombre desesperado que les echó a perder su operación.
Parece que al presentarse como candidata al Oscar(r) por su país de origen, Bolivia, HBO se interesó por la película y por una serie, "La Entrega" que es spin off de "Muralla".
Ya compraron los derechos para esta señal con lo que tiene lugar asegurado para su distribución a nivel mundial. Un logro bien merecido. En lo que vemos e imaginamos hay violencia, lo que hace a la trama más pesasa es saber que esos delincuentes existen.
Esta película hace visibie a través de la ficción, de una manera frontal, sin regodearse ni en la sangre, ni en lo morboso.
Es como el tiburón de Spielberg que casi sin aparecer en pantalla hacía que la platea temblara, cuánto más nos conmoverá y comprometerá si caemos en la cuenta de que las víctimas son jóvenes, son niños, los botines más buscados, los que más pagan.
El villano de la película es Pablo Echarri, que tiene pocos minutos en pantalla y deja de jugar al galán para convertirse en Nico, un siniestro médico que recibe a los "bultos" que deben ser vendidos o usarse de contenedores para la droga.
Otro punto que resulta atractivo dentro de la oscuridad es la inclusión de costumbres rituales, de esa figura fantasmagórica que se le aparece a Jorge y lo llama, lo interpela luego de caer en el abismo; al mismo tiempo, veremos rituales cristianos.
La cultura, los rostros, los lugares, la vida y la muerte a cada minuto de este filme que no da respiro.
Es una oportunidad para aprovechar el cine latinoamericano que poco llega a nuestras pantallas, salvo en algún festival o en los espacios de cine arte. Gory Patiño, el director consigue destacarse. Yo lo seguiría con atención al igual que a Fernando Arze y ojalá, sigan sorprendiendo positivamente.