Sin redención
Elegida por su país para representar a Bolivia en la próxima entrega de los premios Oscar (Argentina apuesta a La odisea de los giles todas sus fichas) estamos en presencia de un thriller, cuyo embrión es una serie a realizarse, La entrega, que debería contar con unos diez capítulos. Sin entrar en especulaciones sobre los Oscars y la elección de este film, dirigido por Rodrigo “Gory” Patiño, que cuenta entre su elenco con el argentino Pablo Echarri, podemos decir que Muralla es un crudo thriller que toma como punto de partida la desesperación de aquellos que necesitan sobrevivir cuando las condiciones socioeconómicas dictan esa angustiante brecha entre los que tienen mucho y aquellos que no tienen nada.
Allí, el protagonista de este relato, en la piel de Fernando Arze Echalar (también guionista) en primer lugar tiene todos los atributos del antihéroe de manual: pasado de gloria como arquero de fútbol del equipo San José, un arrastre de una lesión que lo sumió en el alcoholismo, separado, y con un hijo pequeño enfermo que requiere de inmediato un trasplante para el cual se necesita mucho dinero.
En ese contexto y con una Bolivia urbana, actual y real, filmada con la urgencia de las situaciones límites, la vara de la moral o la ética entra a exhibir su ambigüedad frente a la necesidad de los hombres de carne y hueso. Caldo de cultivo para un muestrario de miserias humanas que forman parte de un enorme mecanismo perverso que se vale del negocio de la trata como del tráfico humano en una aceitadísima matriz que no conoce límites, aunque sí los rostros del poder, sus instituciones cómplices y un tendal de rostros y cuerpos que se consideran “bultos” y que el protagonista transporta en su minibús.
Ese calvario que acumula culpa lo vuelve absolutamente dependiente de cada billete y para ello no hay un cupo entre el fin y el medio porque en todo se justifica la cura milagrosa de su hijo, en la aparición de un órgano que le salve finalmente la vida pero también que lo redima a su padre de tanta ausencia en años de fracaso y ocaso.
Si bien estamos frente a un relato con una premisa sencilla, que aborda el tema de la trata sin pelos en la lengua, sin apuntar hacia algún lugar específico del estado ausente, la tensión del film la constituye el derrotero de este antihéroe apodado “Muralla” por su pasado futbolístico, para quien la redención parece no existir.
La elección del elenco que suma a Pablo Echarri para otorgarle la piel del villano más despreciable, una caricatura de lacra que no puede ocultar el acento argento, es acertada desde el punto de vista dramático, aunque resulta forzada la resolución que por motivos obvios no se revelarán en este texto.