¿Cuál es la pregunta más usual que le hacen a los guardias de un museo? Según Johann (Bobby Sommer), quien tiene esa labor en el Kunsthistorisches Museum de Viena, es “¿dónde está el baño?”. A punto tal que muchas veces los guardias, agotados, mandan a los pobres visitantes a dar una vuelta por el camino equivocado. En la inteligente y curiosa conversación que es el centro de MUSEUM HOURS, la película del norteamericano Jem Cohen rodada en Viena, Johann es nuestro principal anfitrión. Su particular ubicación física, la cantidad de tiempo que ha pasado mirando algunas de las grandes obras de la pintura mundial y su amable y respetuosa inteligencia lo convierten en un espectador calificado para conducir al espectador del filme hacia una serie de reflexiones que van desde las obras de arte per se hasta su función cultural pasando por una variada cantidad de temas que exceden el marco cultural y sociopolítico vienés.
En una película que podría ser vista como la versión realista y a escala humana de EL ARCA RUSA, de Alexander Sokurov, Johann conoce en el museo a una mujer canadiense, Anne (encarnada por la gran cantautora Mary Margaret O’Hara), quien está en Viena cuidando a un primo que está en coma en un hospital, por lo que pasa muchas de sus horas en el museo. Ambos entablan una relación de amistad que se va desarrollando cinematográficamente mediante conversaciones que discurren por los temas antes citados, partiendo del arte para recorrer varios universos. Y así como los temas, la película sale del museo para recorrer las calles de Viena, algunos de sus sitios históricos, sus bares y restaurantes.
museum hoursCohen, cuyo cine personal siempre se ubicó en una zona gris entre el documental, la ficción y la película ensayo (entre sus películas están las notables BENJAMIN SMOKE, CHAIN e INSTRUMENT, además de varios videoclip de R.E.M., entre otras bandas), mantiene aquí un tono que bordea lo documental. Si bien sabemos que no se interpretan a sí mismos (los que hemos ido a la Viennale conocemos bien a Sommer como el coordinador de los transportes del festival), la película transmite la sensación de estar husmeando en una serie de conversaciones y situaciones privadas.
En un filme de observación (y escucha) como es MUSEUM HOURS lo más rico es estar atento a los detalles, perderse en la conversación entre los personajes, o escuchar con atención cuando una historiadora de arte explica a unos visitantes particularmente irritantes su mirada al universo de Bruegel, algo que Cohen acompaña desde el montaje, yendo a los detalles visuales de su explicación. A partir de esos momentos, la película logra hacer una pintura de ambos personajes y sus realidades: la mujer sola y algo deprimida fuera de su elemento (y su idioma) y el solitario hombre, gay, de más de 60 años.
museumhoursSus conversaciones, de cualquier modo, no siempre tienen que ver con el análisis de las obras de arte. Johann cuenta anécdotas de sus épocas como chofer de bandas de rock y ambos discuten sobre bandas de heavy metal. Anne, en tanto, deja ver su delicada situación personal. Ambos comparten una curiosidad que excede el turismo cultural y que se relaciona más con lo humano, con la forma en que las personas se relacionan (o no) con esos objetos y/o lugares y, más que nada, cómo se relacionan unas con otras.
Algunas escenas (una, digamos, casi surrealista, con varias personas desnudas mirando las obras del museo) no funcionan del todo bien y por momentos uno no puede evitar sentirse ante un objeto de promoción cultural disfrazado de película para festivales, pero fuera de esos pequeños momentos lo que transmite MUSEUM HOURS es curiosidad por el mundo, por la historia y por el presente, y por entender cómo las personas se relacionan con el arte y viceversa. Como los cuadros de Bruegel que analizan, Cohen trata de pintar a sus personajes integrados al mundo que habitan. Y como en esas obras, conviene observar muy bien la película para notar donde están guardados sus mejores secretos.