Muy pocas veces una película como "Música, amigos y fiesta" (USA, 2015) puede desconcertar tanto desde su título. ¿Qué es lo que voy a ver si entro a la sala? Está Zac Efron, hay una estrella de la moda y los videos como Emily Ratajkowski, será un eterno videoclip o su director, el debutante Max Joseph podrá narrar una épica sobre la amistad y la profesión en medio de un contexto violento y que expele a los más vulnerables.
Si la respuesta que eligió es la última, nada más acertado, porque detrás de ese título equivocado, confuso, vago e impreciso como "Música, amigos y fiesta", no hay un ápice de la interesante propuesta en la que nos sumergiremos por dos horas.
La historia es clásica, chico (Efron) conoce a chica (Ratajkowski) mientras hace sus primeras armas en el mundo profesional de la música. Ella "pertenece" a otro (Wes Bentley) un DJ en decadencia que intentará acercarse a jóvenes para nutrirse de ideas frescas y novedades, a quien asiste pero suele también acompañarlo por las noches.
Cole (Efron) pasa su tiempo durmiendo en la casa de uno de sus amigos mientras sueña con hacer delirar en algún Festival a hordas de jóvenes con sus ritmos, pero sabe que para lograrlo no solo se deberá acercar a James (Bentley), sino que deberá dejar de frecuentar a sus conocidos, quienes con un carácter bárbaro y cuasi "prehistórico" terminan por alejarlo de cada oportunidad en la que puede mostrar su talento hacia los demás.
Si hace unas semanas "Eden" de Mia Hansen-Love nos hablaba de manera cruda y realista sobre la imposibilidad de continuar con una profesión que repele a los más viejos, en esta oportunidad el mundo del DJ se muestra desde su contracara, desde la juventud, narrando los pormenores que debe atravesar Cole para lograr una oportunidad en el mundo de la música.
Joseph utiliza muchos artificios para capturar la atención de los espectadores, y cuando no estamos en una inmensa fiesta electrónica, el sincopado de las imágenes, las elipsis que utiliza, como así también la exploración de la pantalla desde los sonidos que los protagonistas generan y consumen, todo remite a un inmenso videoclip del que no se puede escapar fácilmente.
Si bien hay algunos momentos en los que el dinamismo se resiente, durante las casi dos horas de filme hay una exploración sobre las relaciones tan intensa que permite evitar perder la atención en la historia.
Puede que algunas escenas remitan también a ciertos frescos generacionales claves que el cine nos ha ofrecido, tales como "Trainspotting" o más reciente "Victoria", pero lo que sin dudas prima en esta propuesta es su intento por evitar caer en lugares comunes y sumar tramas paralelas, como la relacionada al trabajo de telemarketing en una empresa de bienes raíces, que no hacen otra cosa que reafirmar ciertas características que evidencian la línea ética de Cole.
Efron entra rápidamente en sintonía con sus personajes, al igual que Ratajkowski y Bentley, pero también el elenco secundario, que se pone a la altura de una película que toma a los millenials, aquellos jóvenes apáticos, perdidos, que sólo buscan el placer como manera de supervivencia en el mundo.