Decisiones acertadas La ópera prima de José Militano, Música para casarse (2018) demuestra una vez más que a la habilidad de narrar hay que acompañarla por un universo particular, y si éste es conocido y detallado minuciosamente, permite empatizar con los personajes rápidamente, más allá de las distancias que puedan surgir. El film, centrado en el regreso a su pueblo de un retraído y silencioso joven llamado Pedro (Diego Vegezzi), que tiene el don de cantar como pocos, pero que no se anima a acercarse a nadie, y mucho menos revelar sus sentimientos, comienza con una escena en la que su timidez le impide decirle directamente a un compañero de trabajo que no desea que sea su próximo roomate o avanzar a una chica por la que se siente profundamente atraído. Conviviendo con Pablo (Mariano Saborido), quien se independizará prontamente, los cambios paralizan a Pedro, y mucha de esa inercia tiene que ver con su imposibilidad de asumir de manera correcta el rol que tiene en cada uno de los lugares en donde se maneja. Su hermana (María Soldi) se casa y debe volver a Vera, un pequeño pueblo al norte de Santa Fé, que continua haciendo de la siesta un rito, y del rumor un culto al entretenimiento, para acompañarla en el trascendental momento que vivirá. El contraste con la seguridad de Pablo, el detalle del reencuentro con los amigos de la infancia y su familia, el choque con una particular chica (Laila Maltz), que dice tener un recuerdo marcado a fuego y por el cual “nunca lo perdonará”, sumado a las rutinas de la vida de pueblo, configuran el material para dinamizar un relato en clave de comedia que logra rápidamente su cometido. José Militano construye a partir de pequeñas, pero entrañables, postales de la vida del protagonista, el rompecabezas de Pedro, lo pinta de cuerpo entero y lo ubica en un contexto que termina por completar y afirmar su presente tan dubitativo. La dirección de actores, como así también la correcta puesta, son parte de un engranaje que va configurando un efectivo producto que prefiere detallar sus personajes y subrayar las características de cada uno para evitar caer en estereotipos artificiales. La verdad de Música para casarse está en cada uno de los arquetipos con los que trabaja, ofreciéndoles, a cada uno, un conflicto para que en el reconocimiento de ellos, como así también en su refuerzo, se termine por dinamizar, a partir de algunos gags, humor físico y punchline, un relato honesto con el material que trabaja. La frescura de algunas tomas, la decisión de reflejar la sencillez de la vida del interior sin juzgarla, el recurrir a algunos mecanismos cinematográficos (fuera de campo) para crear tensión o para intrigar sobre índices que se manifiestan verbalmente (nunca conocemos a Piqui, el hijo de uno de los amigos de Pedro), y la concreción de la meta final y motivo del regreso al pueblo, hacen de Música para casarse el promisorio debut de un realizador con mucho futuro y al que hay que seguirle los pasos.
Esta escrita y dirigida por José Militano que en su opera prima demuestra que tiene un especial sentido del ritmo para la comedia, que le escapa a los lugares comunes y que es capaz de mostrar los rituales y costumbres de la vida provinciana sin ridiculizar ni estereotipar. Todas cualidades para remarcar, aunque en su film en apretados 95 minutos aparecen tantos personajes ricos que uno se queda con las ganas de saber un poco mas de ellos, conocerlos con mayor profundidad. El protagonista es un tímido que llega al límite doloroso de no poder expresar sus sentimientos, ni frente a una chica que le gusta, ni con conocidos detestables, ni con su mejor amigo gay que lo acompaña a su regreso a Vera, en Corrientes, para cantar en el casamiento de su hermana. Es que tanto Pedro (un acierto de actuación de Diego Vegezzi) como su amigo (Mariano Saborido un dotado para el humor y la ironía) son grandes cantantes. Pedro se fue de su pueblo para estudiar canto y esta es la prueba de fuego y afectiva de su retorno a las fuentes. Bien filmada, con recursos originales y buenos remates a situaciones delirantes, algunos cabos sueltos, y una muy lograda resolución llena de encanto y ternura para los tiernos “perdedores” y protagonistas. Una afinada comedia.
ALGO NUEVO, ALGO VIEJO Tal vez sin proponérselo, Música para casarse se convierte en una comedia de quiebre para el género en el cine nacional, porque se construye a partir de la saludable fricción que se da entre un tipo de comedia mainstream y aquella más cercana al bucolismo del Nuevo Cine Argentino (una categoría que a esta altura es un poco vieja, pero que sirve para ejemplificar). En su ópera prima, José Militano mezcla personajes lunáticos y diálogos chispeantes con situaciones más propias del cine contemplativo y criaturas introspectivas que vagan por mucho de nuestro cine indie; ese que se instaló en el circuito de festivales. Y lo que se construye es algo feliz porque rompe con esquemas sin caer en autoindulgencias estilísticas, relacionando lo nuevo con lo viejo. Un joven que trabaja en una puesta en escena teatral de M. Butterfly tiene que volver al pueblo para asistir al casamiento de su hermana: ese es un conflicto de mucho cine joven argentino, el del regreso a los orígenes y cómo reencontrarse con el que uno ya no es pero todos quieren que uno sea. Allí aparecerán amigos, parientes, amores que han quedado en el camino. En ese camino, Música para casarse no termina de elegir un tono. Y si bien eso puede ser visto como un defecto, lo cierto es que termina favoreciendo la experiencia del film porque descoloca saludablemente al espectador, acomodado al piloto automático al que el cine independiente argentino acostumbra. Esa dicotomía sobre la gran ciudad y el pueblo, sobre lo individual y lo social, y ese retrato agridulce que intercala la comedia y el drama la relaciona con cierto tipo de comedia independiente norteamericana. Como dejamos ver en estas líneas, el gran acierto de Militano es salirse del lugar común, correrse del peligro de costumbrismo y construir una serie de personajes atractivos que caminan al filo de sus emociones. Es verdad que a veces los conflictos lucen un poco lavados o ausentes y que en su última parte la película cede a cierto bucolismo del indie nacional del que se corrió durante una buena cantidad de minutos. De todos modos, Música para casarse es una película que sirve de interesante plataforma de lanzamiento para Militano, un director al que habrá que estar atento, especialmente por su mirada renovadora de ciertos lenguajes de la comedia nacional.
En un trabajo que podría calificarse como costumbrista, pero al mismo tiempo se escapa de muchas de las lógicas de esta tendencia artística, “Música para casarse” (2018) tiene muchos elementos que logran empatizar con una buena parte de los espectadores, ya sea para lograr que se sientan identificados, atraídos o se familiaricen con el universo que propone. Se trata de una historia muy humana, sin grandes pretensiones, que utiliza bien sus recursos y es natural en la historia que cuenta. Guillermina (María Soldi) se casa y su hermano Pedro (Diego Vegezzi) debe volver a su pueblo natal – Vera, Santa Fé – para cantar en la boda junto con Pablo (Mariano Saborido), su mejor amigo y ocasional compañero de cuarto en Buenos Aires. La química y el contraste de los dos amigos es uno de los puntos fuertes de la película, mientras Pedro es retraído e inseguro, Pablo compensa todas sus debilidades e intenta ayudarlo a sobrellevar mejor todos los conflictos que tiene con este importante cambio en la vida de su hermana. Porque el film habla indirectamente de muchas cuestiones, sin salir del eje que está puesto sobre el casamiento, el regreso al pueblo y el reencuentro familiar. Entre otras cosas que toca, habla de la vida que dejó el protagonista en Vera, con todo lo que implica crecer, los celos familiares, las anécdotas del pasado que atormentan su vida, la timidez de enfrentar sus deseos, y también, los personajes típicos de pueblo, las antiguas rivalidades y las que se generaron, los chismes y la sensación de vivir en un gran hermano sin cámaras. Todo, en tono de comedia que mide perfectamente la precisión de sus chistes, no intenta exagerar sus recursos y se mantiene en el molde para potenciar la credibilidad de los hechos. Esto hace de “Música para casarse”, una historia honesta, tierna y adorable, muestra que las relaciones tienen muchos matices y además, el film se escapa de lo “normativo”, algo que suele suceder con el famoso costumbrismo. En esto es clave la dirección de actores y el trabajo de los actores en general, que logra brindarle credibilidad al relato y de lo que se ve en pantalla. No hay grandes personajes secundarios que se coman la pantalla o busquen dar un impacto efectista, se trata de un universo bien armado en el cual cada parte cumple su función y tiene un rol en la historia. Esto la diferencia de muchas comedias, ya que no pretende juzgar la manera de ser del protagonista, ni el universo que transitan (teléfono para “El ciudadano ilustre”), ni tampoco busca el chiste fácil que por momento insinúa pero lo resuelve de manera más insólita, como en la fallida despedida de solteros. Una tierna comedia para ver que la vida puede seguir igual, a pesar de todos los cambios que nos atraviesan.
Escrita y dirigida por José Militano, “Música para Casarse” fue estrenada en la pasada edición del BAFICI. La película cuenta la vida de Pedro (Diego Vegezzi), un joven que vive en Buenos Aires. Allí vino desde el interior para estudiar canto, como suele pasar con muchos jóvenes que buscan su destino en la gran ciudad. Sin embargo, debe regresar a Vera (su pueblo natal, en la provincia de Santa Fe) para cantar en el casamiento de su hermana, Guillermina (María Soldi). Este retorno a su lugar de la infancia traerá al presente recuerdos del pasado y desatará sucesos familiares y desencuentros varios, mostrados en tono de comedia. En una mirada que apela a buenas intenciones, pero sin resoluciones demasiado favorables, Pedro encarna en sus características al adolescente arquetipo de la clásica saga de perdedores, mostrando el costado agridulce de su historia personal y todos los cambios que su personaje vivencia. Allí jugará un importante papel su inseparable amigo, Pablo (Mariano Saborido). La película se enfoca, de modo parcial, en la relación que establecen estos dos amigos, cuyas personalidades contrastan bastante. Sin embargo, el vínculo se nutre de esas desigualdades: todo lo inseguro que es Pedro se manifiesta a la hora de expresar sus emociones a la chica que le gusta y cuando la timidez le gana al impulso, allí aparece Pablo; quien intenta contenerlo, animarlo y acompañarlo. La historia atraviesa las conocidas antinomias que oponen la vida en la gran ciudad al costumbrismo del pueblo, con cierta sensibilidad y nostalgia. La gran parte de la película transcurre en Vera, mostrando los rituales cotidianos de la gente que vive sin el vértigo urbano, en donde abundan las anécdotas de sobremesa y costumbres de la vida provinciana en un intento por reflexionar acerca de los cambios que experimenta Pedro, cómo lo reciben sus padres y de qué manera encuentra su lugar, insertado en el marco social de un evento familiar que lo reencuentra con sus propias raíces. El realizador concibe su ópera prima con una película plagada de chistes sin buenas resoluciones y con recursos burdos para generar humor bajo la clásica despedida de solteros y el chiste fácil con connotación sexual. Sumado al humor negro para burlarse sobre males ajenos y la avivada pretendida de ser cancheros, “Música para Casarse” se muestra sin ritmo ni sentido justo para ilustrar a esta serie de personajes que desfilan carentes rigor cinematográfico por la pantalla. Repleto de gags más insufribles que graciosos, el film encadena una tras otra, escenas y diálogos absolutamente intrascendentes. Con un humor forzado y torpe, que no hace más que poner en duda la verosimilitud de unos personajes demasiado esquemáticos haciéndolos lucir torpes, la estética del film intenta asemejarse como heredera, en cierto modo, del canon de comedia independiente norteamericana contemporánea, donde lo grosero abunda para un estilo de humor cuestionable, pero que en cierto sector del público funciona. En la misma línea que lo antes mencionado, “Música para Casarse” se encuentra saturada de falencias que han sentado un modo de hacer cine sin demasiada creatividad ni originalidad. La propuesta termina siendo un producto prescindible y anodino, que lejos de renovar el panorama de la comedia nacional termina por hundirlo todavía más en su abúlico presente.
Crítica emitida en radio. Escuchar en link.
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