Mustang

Crítica de Aníbal Perotti - Cinemarama

Belleza obstinada

Mustang sigue el destino de cinco hermanas adolescentes, hermosas y rebeldes, en un pequeño pueblo de Turquía. La oscuridad de la historia, marcada por el enfrentamiento conuna familia conservadora que reprime sus deseos de libertad, está templada por una atmósfera solar y una sensualidad desbordante. La mezcla de lucidez y frescura de esta opera prima con actrices debutantes recuerda a Las vírgenes suicidas de Sofía Coppola, con la que comparte la escritura femenina, una dulzura mórbida y una ligera desesperación, pero enmarcada en una realidad brutalmente contemporánea. La película comienza con un destello de libertad: terminan las clases y empieza el verano, las chicas se despiden de su maestra favorita y se transforman en un cuerpo colectivo fluido y brillante que la directora filma con un magnífico travelling a la orilla del mar. La diferencia entre la inocencia de esta escena y la interpretación de los mayores es elocuente. La abuela y el tío buscan encerrar a las cinco huérfanas. Las chicas ponen el cuerpo para afirmarse contra una educación tiránica e hipócrita. En sintonía con la voluntad de las jóvenes, la puesta en escena favorece el movimiento y pone el foco en la belleza.

La película derriba todos los tabúes relacionados con la sexualidad: la práctica de la sodomía para llegar virgen al casamiento, la visita al hospital la noche de bodas cuando no aparecen las manchas de sangre en las sábanas y, finalmente, el matrimonio como única solución para frenar el deseo de tener un cuerpo. Los pretendientes se suceden para tomar el té con la familia y aceptan con gusto los bocaditos que las hermanas sirven más o menos dócilmente. Mustang adopta el punto de vista de la hermana más joven cuyo espíritu rebelde le aporta una increíble energía. La obstinación por afirmar la singularidad de sus cuerpos frente a una tradición que se muestra intolerante, encuentra su punto cumbre con la maravillosa secuencia en la que las dos hermanas que aún permanecen solteras transforman su cárcel en un refugio contra el mundo exterior. Deniz Gamze Ergüven consigue una complicidad verdadera entre las actrices y la pantalla:la cámara se concentra en las chicas, los encuadres se cierran cada vez más sobre ellas y la película libera todo su poder emancipador con honestidad, pasión y audacia.