Mustang

Crítica de Cristian A. Mangini - Fancinema

Pequeño cuento de una Turquía moderna

Mustang, ópera prima de Deniz Gamze Ergüven, se sitúa en Turquía y nos pone en el centro de un hogar de cinco hermanas huérfanas que han quedado al cuidado de su tío y su abuela. Esta sencillez inicial se va tornando un relato opresivo que demuestra en sus aristas que lo que estamos viendo no es tanto Turquía, sino más bien una fantasía de Turquía, un producto de los estereotipos y de la necesidad de construir una idea de oriente desde el pastiche. Ahora bien, esto no quita que también puedan presentarse algunas de las cuestiones que se plantean en el film; el asunto está en cómo esta suerte de cuento de hadas está presentado. Pero tomemos por partes a esta película que ha sido sensación en el ámbito festivalero.

Como decíamos, Mustang se centra en cinco hermanas huérfanas que son criadas por su tío y su abuela. Un día participan de un juego que tiene cierto “roce” con unos muchachos de secundaria y sus vidas cambian drásticamente, siendo obligadas a permanecer en su casa y casarse como lo dicta la costumbre. Obviamente las chicas no toman de muy buena gana el asunto e iniciarán una sutil resistencia buscando libertades en pequeñas cosas, ante ese microclima opresivo que implica la casa. Mientras tanto, intentarán buscar una salida que se hará progresivamente cada vez más lejana, tomando principalmente el punto de vista de la menor de las hermanas, Lale. Sin lugar a dudas el relato toma ese tono de cuento de hadas porque las cinco jóvenes adquieren el papel de princesas en jaulas de cristal, y el tío y la abuela el de alguna criatura fantástica (ya que el relato por momentos los deshumaniza por completo), algo así como el dragón y la bruja. Naturalmente los príncipes son muchachos eventuales que tratan de aproximarse a la casa y llamar la atención de las jóvenes. Las cosas se van poniendo cada vez más feas, mientras las chicas soportan la opresión e intentan adecuarse a la vida de buenas esposas. La sordidez alcanza ribetes insoportables por momentos pero, acertadamente, existe cierto tacto o se maneja fuera de cuadro.

La cuestión es que, a diferencia de otros films que coquetean con el cuento de hadas, el tono fantástico está depositado en prejuicios y estereotipos que incluso desde la más llana ignorancia pueden resultar cuestionables. Ni hablar si a esto sumamos cómo se rompe el verosímil con el drástico cambio de tono que el film adquiere. Dicho de otro modo: lo más fantástico del relato termina resultando en cómo chicas que vivieron siempre bajo determinados condicionamientos y libertades, finalmente van adquiriendo autoconsciencia del estado en que se encuentran o cómo su entorno familiar cambia por opiniones aisladas. No hay una construcción en el relato que nos lleve al rigor al que se enfrentan las niñas tras el juego inocente con los muchachos. Esta cuestión, que afecta al film en su conjunto, no quita las buenas actuaciones de las niñas y la manera en que Ergüven se mete en la intimidad de un universo femenino que fluye con asombrosa sencillez, al igual que su capacidad para llevar el relato a un clímax asfixiante y cargado de tensión, con una huida desesperada. Tampoco quita el acierto en la mano de la directora que trabaja la cámara fija y largos travelings, aparentemente desprolijos, como un factor dramático (el punto de vista de Lale al observar su patio lleno de rejas es quizá uno de los mejores ejemplos).

Irregular, por momentos cautivante y por otros con subrayados que no consiguen transmitir ni el universo ni la idea tras la cual se alinea el relato, Mustang no deja de ser una voz interesante que consigue mostrar retazos de una realidad que pertenece más al universo de lo fantástico que al tono de denuncia que puede pretender adquirir.