La edad de la inocencia.
Innegablemente el choque de culturas como pilar estratégico para la narración cinematográfica ha brindado sus frutos en los últimos años. Una vez que cinco hermanas, que experimentan el apogeo de su adolescencia, son condenadas socioculturalmente por sus actos “inmorales”, ¿cómo es posible que el espectador no empatice con ellas de forma inmediata? ¿Resulta necesario mencionar que aquel acto indecente consiste en un inocente juego a modo de festejo por la finalización del período escolar? La película no lleva diez minutos y el público se encuentra de lleno con los acontecimientos en torno a esta hermandad. Como la menor de ellas menciona, sus vidas cambia en un abrir y cerrar de ojos: su libertad se ve en riesgo, su casa se vuelve una prisión y se ven forzadas a llevar un estilo de vida arraigado en los pensamientos de la sociedad turca más ortodoxa. Las cinco comienzan a verse inmersas contra su voluntad en una colectividad donde la cosificación de la mujer pasa desapercibida, donde la figura del hombre es superior, donde todo cobra un nuevo sentido… y nosotros nos vemos sumergidos en este contexto junto con ellas, gracias a una cámara en mano de registro cuasi documental que sigue a los personajes durante tomas relativamente extensas, sin perder la armonía de las composiciones ni la propuesta acordada con anterioridad.
El director Deniz Gamze Ergüven no cae en la tentación de embellecer la obra con regodeos estéticos vacíos de cualquier tipo de acento ideológico. Mustang es un film que busca reivindicar el rol de la mujer en la sociedad, posicionándose en un lugar que queda en claro desde un principio y trabajando con una cámara que no titubea ni por un instante a la hora de enfrentar las ásperas situaciones con las que nos encontramos durante el transcurso de la historia. Tras leer estas palabras, uno podría anticiparse y dar por sentado que hablamos de aquella película con una crítica social moralista, a la cual ya nos tienen acostumbrados, pero simplemente estaríamos cometiendo un grave error. El film no se limita a ejercer un juicio de valor, sino que se encamina a jugar el papel de disparador, de fuerza motivacional, para el cambio inminente que será liderado por las jóvenes de generaciones contemporáneas y futuras. Esto es Mustang: un film feminista y generacional que se propone retratar una verdad del hoy por hoy, que mientras es combatida por muchos, otros optan por permanecer en un estado de ceguera.
Es violenta y abrumadora, con esporádicos tintes de comicidad semejantes a las inhalaciones que uno puede llegar a tomar durante una breve y equívoca sensación de ahogo. Los respiros provocados por estos guiños narrativos son necesarios para sobrellevar la obra sin caer en un terreno angustiante e innecesario (tampoco llegan a opacar el fuerte impacto de lo verdaderamente importante para el público). Mustang no es una película para despejar la mente y dejarse llevar; es una película cruda y cruel… pero también lo es la realidad en la que vivimos, y debemos aprender a convivir con ella o a hacer algo para modificarla. Como algunos dicen, la esperanza es lo último que se pierde.