Las niñas no santas
La idea de fábula o ficción que se superpone a la cruda realidad para hacerla más apacible sobrevuela el concepto de este film, agraciado en la Quincena de realizadores de Cannes y que acaba de perder –hace pocas horas- el Globo de Oro con la película húngara El hijo de Saúl -2015-, pero también la de apunte autobiográfico y catártico de su responsable, la realizadora Deniz Gamze Ergüven, quien desarrolla un relato iniciático en el contexto de la opresión de la cultura musulmana, protagonizado por cinco hermanas que pretenden ejercer su derecho de libertad, vivir a pleno el despertar sexual, sin traicionar las enseñanzas religiosas, ni tampoco la tradición.
Mustang -2015-, título alusivo al caballo salvaje pero también al vehículo, instrumentos de la libertad como facilitadores, antes que nada es una oda al ejercicio de la autonomía individual en el seno de una comunidad hermética, que se rige por la égida de los hombres y en la que el rol de la mujer se ve absolutamente desplazado a las tareas domésticas y al matrimonio arreglado con el fin de la procreación una vez perdida la virginidad.
Las cinco hermanas, Sonay, Selma, Ece, Nur y Lale, cometen la sacrílega ocurrencia de jugar de manera inocente con varones en el mar. El roce azaroso de los cuerpos, más precisamente la entrepierna, es suficiente para que los adultos de su pueblo las consideren libertinas. Un tío déspota decide encerrarlas en la casa de familia, las acusa por su osadía de carácter sexual y busca desesperadamente casarlas para evitar comentarios del entorno. Sin embargo, la más pequeña, Lale, es la protagonista porque el punto de vista del relato se circunscribe a su mirada del entorno; a su rebeldía preadolescente y a la búsqueda irrefrenable de la libertad.
El anhelo de sentirse libre en consonancia con su crecimiento y su progresivo abandono de la niñez, como parte de un proceso traumático pero necesario, se haya en el camino, y la prisión de la casa no hace otra cosa que refrendar el sentido de esa búsqueda, también de sus hermanas, quienes no pueden huir de los mandatos del casamiento con esposos que no aman, salvo alguna de ellas que tratará de dar un paso más allá, una vez consumado el acto matrimonial.
La directora turca apela a la cámara en mano para dotar de tensión dramática y enfatizar el encierro de estas niñas, hace hincapié en los escapes creativos y superpone la tradición y el rol de otras mujeres, quienes no parecen coartadas en su libertad, en su femineidad sin caer en la resignación ni tampoco en la crítica religiosa.
Lo interesante es que no prevalece en Mustang el filtro de la mirada occidentalizada, sino que el enfoque supera ese tipo de planteos que por lo general están dotados de pobreza argumentativa. Es más profundo el conflicto en este film, que no pierde de vista el sufrimiento de estas rebeldes con causa; que expresa de manera valiente el contraste de la palabra juventud con la falta de libertad y autodeterminación y que, en definitiva, si bien no recae en la estructura iniciática, puede leerse de la A a la Z como un relato iniciático y transformador, con la sensibilidad puesta al servicio de los personajes, muy bien escritos, el despojo de todo artilugio y grandilocuencia retórica para confiar en la fuerza del cine como discurso transformador de consciencia.