En los últimos años, a falta de guiones originales, Hollywood se volcó mucho a las remakes. Pero los resultados no siempre fueron los mejores. El caso de "Nace una estrella" es una excepción. Se trata de la cuarta remake de este clásico que nació en los años 30, resucitó en los 50 y tuvo su versión más taquillera en los 70 con Barbra Streisand y Kris Kristofferson. Esta vez la dupla es un golazo: Bradley Cooper ("¿Qué pasó ayer?", "El lado luminoso de la vida") y Lady Gaga, una de las mayores estrellas pop de la última década. Igual había dudas porque aquí Cooper debuta en la dirección y Gaga se mide por primera vez en un protagónico. Sin embargo, ya en las primeras escenas de la película, cualquier tipo de duda se evapora. El está perfecto como un rockero alcohólico y de tendencias autodestructivas, y ella se mueve como pez en el agua en la piel de una cantante y compositora talentosa que nunca pudo triunfar y que trabaja en bares. La historia va del romance a la tragedia: él la conoce en un bar, se enamoran, y él la convence para debutar en un gran escenario. Ella se vuelve famosa, brilla y se transforma, mientras él lucha contra sus fantasmas y se hunde en su decadencia. Es una estructura clásica y algo vetusta, pero Cooper logra renovarla con personajes más terrenales, lejos del artificio y la pomposidad de la versión de 1976. Además introduce muy buenos personajes secundarios, que apuntalan el eje dramático. Más allá de los esquematismos, uno termina comprando a la pareja protagonista por la naturalidad que le imprimen Lady Gaga y Bradley Cooper. Además la dupla tiene química, y el director supo captarla con la cámara. Las canciones, la voz de Gaga y la sensibilidad de Cooper (que también canta) completan lo mejor de esta historia de amor aggiornada al siglo XXI.