Cuarta remake de una historia original que data de 1932 (en un principio ambientada en el universo del cine, luego en el de la música), esta Nace una estrella modelo 2018 no tiene nada que envidiarles a sus ilustres predecesoras. Al contrario: la dupla compuesta por Bradley Cooper y Lady Gaga se ubica entre las mejores y eso que la estamos comparando nada menos que con las que conformaron Lowell Sherman y Constance Bennett, Fredrich March y Janet Gaynor, James Mason y Judy Garland y Kris Kristofferson y Barbra Streisand (la versión de 1976 es la que más puntos en común tiene con esta).
La propuesta es irresistible por donde se la analice. Bradley Cooper (también director y coguionista) interpreta a Jackson Maine, un veterano rockero (algo así como una combinación entre Tom Petty y Eddie Vedder) aún exitoso, pero que, producto del desgaste de los años, la acumulación de giras, la rutina y los efectos del alcoholismo, empieza a caer por una pendiente sin fondo a la vista. Una noche, en un bar de drag-queens, conoce a Ally (mientras ella interpreta "La vie en rose"), una joven que sería algo así como su opuesto: ingenua y versátil cantautora, con toda la energía y la fascinación del mundo.
Tras el flechazo inicial, Jackson -a pura generosidad- la invita a compartir el escenario. En tiempos de viralización de videos, el impacto es inmediato. El ascenso de ella será vertiginoso; la decadencia de él, también. Nace una estrella cumple con todos los ítems que el espectador puede pedir de un crowd-pleaser y de un tear-jerker: la película atrapa y emociona. Si a eso se le suman nobles personajes secundarios como Andrew Dice Clay (el padre de ella) o Sam Elliott (el hermano de él) para construir las subtramas familiares, estamos ante un film que se ubica muy por encima de la media de la producción actual.
No apta para cínicos, la película regala excelentes números musicales, una historia de amor de proporciones épicas y momentos que van de la comedia romántica al melodrama. Y lo hace con recursos sólidos, sin maquillar sus orígenes ni sus búsquedas, que algunos podrán minimizar por "grasas".
Un Cooper cada vez más maduro delante y ahora también detrás de cámara y una Lady Gaga en un debut consagratorio consiguen la química justa para que nos consustanciemos con sus triunfos y derrumbes. Una película clásica, un engranaje perfecto, una historia sentida. Hollywood en estado puro.