Bradley Cooper se inicia como director con una nueva versión del clásico Nace una estrella, un drama romántico y musical que además coprotagoniza junto a Lady Gaga y que desde su estreno se proyecta como uno de los firmes candidatos a las nominaciones para el Oscar.
Cuando Hollywood relata las miserias de la fama casi siempre acierta porque conoce eso que cuenta. Y esta cuarta versión de Nace una estrella no es la excepción. Vehículo para el lucimiento de sus protagonistas se juega por el clasicismo y por el amor antes que por las explosiones de locura y oscuridad que también las tiene.
Jackson (Cooper) es una estrella de la canción. Lo tiene todo en cantidades insondables: fama, dinero, mujeres y soledad que ni el alcohol logra menguar. Después de un recital se detiene en un bar de drag queens para beber y conoce a una joven que lo deslumbrará con su talento vocal y su especial belleza. Ally (Gaga) entra en su vida cantando La vie en rose y, a partir de ese momento, su carrera -que él apoya y en la que colabora en un principio- comienza su ascenso, mientras en un reverso perfecto la suya empezará a declinar.
Los protagonistas pondrán a prueba eso de que el amor es el salvoconducto para derrotar todas las caídas humanas, mientras las adicciones, los traumas familiares del pasado (gran aporte de Sam Elliott como ese hermano referente e idealizado que batalla entre ayudar y ser ayudado) y el mundo discográfico que todo lo transforma en busca del mayor rédito económico, se interpondrán entre ellos.
Aunque en la construcción de la historia aparezca cierta repetición o previsibilidad y algunas resoluciones facilistas o que se apoyan demasiado en el género para conseguir resultados, Cooper evita los esperables problemas de egoísmo entre colegas como obstáculo de pareja y sostiene al amor por encima de todo -algo que en tiempos de cinismo y posmodernidad es toda una posición ética-, además de volcar el protagonismo en su personaje y sus conflictos por encima de los de su contraparte femenina (aunque no la abandona a un mero objeto de deseo). La química entre los protagonistas trasciende la pantalla pero no en un grado de sexualidad sino de pura entrega amorosa.
Las canciones se convierten en parte imprescindible de la trama acompañando y contando a través de la música y la letra lo que se va viviendo. Y si bien Cooper vuelve a demostrar que es un actor además de una cara bonita (y acá debemos agregar director, productor, coguionista, compositor y cantante), lo de Lady Gaga, a cara lavada y con una naturalidad apabullante, en su primer rol como actriz supera con creces el desafío.