Cuando Jack conoció a Ally.
Voz ronca y carraspeante, andar cansino, mirada triste, algún que otro trago en medio y una sensibilidad a flor de piel. Esta es la actitud de Jack (Bradley Cooper), un reconocido cantante que sale todas las noches al escenario, porque lo único que calma el dolor que arrastra su alma es la música. Su fuga, su escape de esa sensación permanente de carencia que no le permite ser feliz, pero a su vez lo hace un artista único. Imposible no quererlo.
Y un día conoce a Ally (Lady Gaga) en un bar de drags queens, mientras interpreta La Vie en rose con una voz apabullante. No solo queda pregnado de su talento, la química que surge entre ambos es instantánea y natural… como si se conocieran de toda la vida. Ella será un bálsamo para Jack, quien con una generosidad, autenticidad y fidelidad pocas veces vista, impulsará su carrera como cantante hacia lo más alto.
Si, la cosa suena cursi, pero así va la trama de Nace una Estrella, cinta en la que Bradley Cooper debuta como director. Él no reniega del melodrama, y tiene el poder de que lo genuino traspase la pantalla. Realmente sentimos una empatía casi aprehensiva con los personajes. Le creemos todo, su Jack adicto y solitario quien aconseja a Ally sin pedirle nada a cambio, más sororo que cualquier mujer; y el acierto de convocar a la diosa de Lady Gaga, que interpreta a una cantante novata que tal esponja absorbe lo mejor de él, y prodiga talento y amor… aunque este sentimiento a veces no alcance.
Para quienes tuvieron la oportunidad de ver el remake, sabrán que la historia vira dramática y apela a conmover, y lo logra. Una historia cercana a un registro más realista, alejada de la espectacularidad de la fama y el capricho; con actuaciones que la mantienen en eje, y canciones que cumplen el cometido de acompañar el tono. La película es esto y muestra esto… ni más ni menos, y Cooper lo tiene bien claro, por lo que logra conceder al film estilo propio. Amamos mucho a Bradley, y sin dudas seguiremos de cerca su carrera como realizador.