Jackson Maine (Bradley Cooper) es un cantante de música country cuya carrera va en decadencia debido a su adicción al alcohol. Luego de un concierto conoce a Ally (Lady Gaga), una aspirante a cantante con un talento fuera de serie y se enamora perdidamente. Ambos comienzan a compartir shows y componer, aunque con el tiempo ella se convierte en una artista pop famosa mientras que él se dirige irremediablemente al ocaso de su carrera.
La historia de Nace una estrella no es novedosa ni original (esta es la tercera vez que se adapta la película de 1937), pero en su debut como director, Bradley Cooper logra actualizar el clásico demostrando que vale la pena volver a contar la misma historia.
La película tiene muchas cualidades y de seguro la encontraremos nominada a varios premios Oscar, pero si hay algo que se destaca es el trabajo de Lady Gaga. Si acaso hay una estrella, adelante y atrás de pantalla, es ella. Su mérito no sólo está en los momentos en que canta, aunque ahí es cuando brilla en todo su esplendor, sino también en los matices que le da a su personaje y a la transformación que va experimentando a lo largo del filme.
Ojo, que no por eso la artista opaca a su coprotagonista. Bradley Cooper sorprende con sus performances sobre el escenario y conmueve en las escenas más dramáticas del filme. Los intercambios con Sam Elliott, que interpreta a su hermano, son para destacar. Porque si bien la participación de Elliott es menor en cuanto a minutos en pantalla, es enorme en términos actorales.
Nace una estrella tiene una primera media hora perfecta y de ahí en adelante va perdiendo un poco de encanto, a la vez que el tono melodramático va ganando lugar. Sin embargo, el director demuestra una capacidad notable para narrar una historia de amor a través de los años y se toma su tiempo para hacerlo.
En el primer tramo se destacan algunos toques de humor y sobre todo la química perfecta entre los protagonistas. El chispazo se siente desde el minuto uno, la tensión sexual y amorosa flota en el aire y las escenas que ambos comparten sobre el escenario son electrizantes.
Bradley Cooper concibe escenas claves del filme con una sutileza que se agradece, como la primera vez que los personajes tienen sexo o un momento crucial al final. El director plantea una película que de a ratos se vuelve íntima, con logrados primeros planos de los personajes.
Los picos más altos de la cinta están en los conciertos. Los actores interpretaron los temas en vivo durante el rodaje y eso se nota en el resultado final, ya que le da naturalidad a las performances y más libertad a los actores.
Tanto Cooper como Gaga participaron en la creación de la banda sonora y hay varios temas que dan ganas de salir corriendo a escuchar tras salir del cine. Shallow sin lugar a dudas es la gran canción de la película.