Una lucha por la identidad
Nacidos vivos es el segundo documental de la directora Alejandra Perdomo, en el que analiza la problemática de la sustitución de identidad, enfocándose principalmente en casos de adopciones ilícitas que involucran métodos violentos como la extracción forzada y el tráfico de personas, con la anuencia de ciertas instituciones sociales.
Los testimonios que construyen la temática rápidamente dejan al descubierto la responsabilidad social y política del Estado, especialmente en su incompetencia en hacer valer el derecho constitucional que tiene todo ciudadano argentino de saber su procedencia biológica y conocer la identidad de los padres. Resalta además la ineficacia de las leyes existentes para penalizar estos delitos (que en todos los casos incluyen la falsificación de documentos de identidad) o por lo menos prevenirlos.
La cantidad de información que estos testimonios trasmiten resulta por momentos abrumadora, no sólo por la rigurosidad con que se exponen algunos datos, sino también por la cantidad de personas que se encuentran en esta condición. Sin embargo, la sensación que como espectadores experimentamos no es la de agobio sino que se crea en nosotros un gran interés por saber. Esto se debe en gran medida a que en Nacidos vivos los “expertos” en la materia son las víctimas. Sus propias palabras están llenas de una pericia que han tenido que forjar ante la inexistencia de organismos que canalicen los delitos.
La otra gran fuente de información es Mercedes Yáñez, titular de la oficina de Derechos Humanos del Registro Civil porteño y la única cara visible del organismo público. Su figura, además de servir de nexo entre los testimoniantes a quienes ha ayudado y el Estado al cual representa, trasciende las fronteras de lo burocrático y se posiciona como un modelo ejemplar al que queremos seguir y escuchar.
A ese gran hallazgo de la directora hay que sumarle, sin duda, el hecho de convertir el espacio testimonial del documental en lugar de contención, donde la historia individual -que como bien dice una de las testimoniantes nadie ha cuidado o preservado- encuentra un lugar de catarsis, en el que son reconocidas las penas y también los logros. Se otorga así un territorio de unificación visible a miles de personas que luchan día a día por saber quiénes son y de dónde vienen. Con esto Perdomo realiza un gesto que de alguna manera dignifica esta lucha, especialmente la de aquellos que enfrentan la imposibilidad de encontrar una respuesta a la pregunta existencial por el origen.