La secuela del inesperado éxito de 2013 reúne a un notable grupo de actores –Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Mark Ruffalo, Daniel Radcliffe, Michael Caine y Morgan Freeman, entre otros– para una nueva aventura internacional de este extravagante grupo de magos e ilusionistas.
Con un elenco de grandes nombres que parece sacado de una película de superhéroes de Marvel o DC Comics, NADA ES LO QUE PARECE 2 intenta, nuevamente, combinar un tipo de entretenimiento más clásico y de engaños con el –aparentemente requerido por alguna ley– espectáculo de acción y efectos especiales. No es que la película no los requiera, pero en su formato un tanto más humano, como el del primer filme, los resultados eran un tanto más efectivos.
La secuela del sorprendente éxito de 2013 vuelve a reunir a los cuatro magos e ilusionistas (con el no del todo aclarado reemplazo de Isla Fisher por Lizzy Caplan) y los sigue a lo largo de una serie de situaciones en las que, bueno, como dice el efectivo título local, nada es lo que parece ser. Reunidos para detener a una suerte de Steve Jobs que tiene una compañía telefónica que habilita a los smartphones a espiar a sus usuarios, los magos terminan siendo desviados a Macao –la versión china de Las Vegas, que es como aquí la describen– para continuar la historia de la película anterior.
Convendrá estar al tanto de la primera parte para tener una idea de lo que está pasando. Si no lo hicieron, el director Jon M. Chu (G.I. JOE: EL CONTRAATAQUE) se ocupará de explicar lo necesario a través de la voz en off del inimitable Morgan Freeman. Los magos en cuestión (Jesse Eisenberg, Woody Harrelson, Dave Franco, Caplan y, ahora ya abiertamente, Mark Ruffalo) son perseguidos por los despistados del FBI, por el propio Freeman –quien fue el único que terminó en la cárcel luego del primer filme y quiere vengarse de ellos– y por un millonario que encarna Daniel Radcliffe y que tiene que salvar el honor de su padre (Michael Caine), una de las víctimas del engaño del filme original.
El ritmo narrativo es veloz y, aunque su trama es completamente implausible, la película logra ser ligeramente entretenida, si bien no logra sostenerse durante las dos horas que dura. Trucos sobre trucos sobre trucos, engaños sobre engaños sobre engaños, suerte de NUEVE REINAS en versión James Bond, el filme cuenta con escenas intensas en una antigua tienda de magia de Macao, en las callejuelas de esa ciudad y en su museo de ciencia (acaso la mejor de todas) para tener su “grand finale” alrededor de Londres.
Si la primera película, dentro de su enorme gama de implausibilidades, mantenía un tono juguetón y hasta se limitaba en sus excesos, en NADA ES LO QUE PARECE 2 todo se vuelve gigante, al punto que los magos en cuestión bien podrían ser superhéroes y tener algún tipo de poderes ya que no hay demasiada diferencia entre lo que unos y otros pueden y logran hacer. Solo que aquí, al menos, no tienen nombres absurdos…
El sólido elenco muchas veces logra superar las limitaciones del guión y de los malos chistes (no en todos los casos, como sucede con el personaje del mellizo que uno de ellos resultará tener) y ofrece algunos momentos de quimica y camaradería bastante simpáticos. Es como si el elenco le guiñara un ojo al espectador respecto a lo que está sucediendo.
Chu –quien también dirigió un par de documentales sobre shows en vivo de… Justin Bieber– no tiene una particular marca estilística pero logra que la acción y las vueltas de tuerca se sigan con cierta eficiencia. Nada de lo que sucede, finalmente, tiene mucho sentido. Pero su habilidad, como la de sus protagonistas, está en tenernos pendientes de un largo truco y mostrarnos una cosa por otra a lo largo de dos horas.