Podría decirse que el titulo en español es preciso en relación al producto final expuesto, luego de la interminable extensión de más de 2 horas que dura la película, es sólo un refrito.
Si el primero fracasaba desde el lugar en que se quería presentar, esto es algo así como un homenaje al cine, donde se establece que todo no es más que una ficción sin negar su realidad. No llegando nunca a lo establecido por, como ejemplo valga, “Mentiras verdaderas” (1994). Sin embargo terminaba resultando entretenida, pues su apuesta más fuerte, en cuanto a mantener la atención del espectador, residía no sólo en la magia por si misma, articulada en las imágenes espectaculares, sino que radicaba principalmente en la presentación, desarrollo de los personajes y sus relaciones..
Un año después los 4 jinetes, como fueron conocidos, retornan a la luz, convocados por el mismo mentor. Dylan Rhodes (Mark Ruffalo). pero no todos están de regreso. El ilusionista Daniel Atlas (Jesse Eisenberg); el hipnotista Merritt McKinney (Woody Harrelson), y el mago callejero Jack Wilder (Dave Franco). La ausencia de Henley Reeves (Isla Fisher) se hace notar, pues su reemplazante Lula (Lizzie Caplan) no puede ni desde el personaje ni desde la interpretación hacer que nos olvidemos de la bella y talentosa pelirroja.
Agregado a estos también repite en los antagonistas malos por antonomasia, Thaddeus Bradley (Morgan Freeman) y Arthur Tressler (Michael Caine), a quienes se le adosa Walter Mabry (Daniel Radcliffe) quien personifica a un excéntrico millonario, malévolo por definición, aplicado como el promotor del accionar de los jinetes a través de una supuesta manipulación de los hechos, ocultando un tema de la venganza.
Sólo establece que el bueno de Daniel cree seguir siendo Harry Potter, quien ahora con cara de enojado cada vez que su rostro aparece en pantalla, tal si fuera un rictus facial.
Si bien la trama central es esta, la sub trama, aquella que debe funcionar en paralelo, es la que termina por imponerse como determinante en la progresión dramática, Dylan Rhodes de niño fue testigo presencial de la muerte de su padre, un emulo fallido desde todo punto de vista, de Harry Houdini. Esto se debe a la capacidad actoral de Mark Ruffalo y no al guión, la chatura en este respecto de los personajes se debe a dos razones, la primera es que no hay conflictos internos en los personajes, la segunda es que no hay dobleces ni nada nuevo.
La otra variable de interés es el juego especular que intenta establecer a partir del personaje de Merritt McKinney, desplegando el reverso de él mismo en el cuerpo de su hermano gemelo, en quienes recae los momentos de comedia, pero también se queda en la mera presentación.
No exento de muy buen montaje, esto dicho desde la yuxtaposición de los planos, pero no en tanto necesidad de dar cierta cadencia o ritmo al relato, buena fotografía, buen diseño de sonido y algunas muy buenas actuaciones.
Todo termina siendo, además de aburrido, explicado verbalmente, el engaño, los trucos, hasta el referendo histórico infantil de Dylan. El director John M. Chu (“G.I. Joe 2”, 2013) conjuntamente con sus guionistas, supuestamente hay y es más de uno, sólo logran refrendar el primer filme, pero de mala manera y por momentos muchísimo más confusa, ntentando no transmutar nada, por lo que explica la sensación permanente que todo es una excusa financiera. La primera tuvo un gran éxito de taquilla y la segunda cierra abriendo la posibilidad de una tercera entrega.