En Nada es lo que parece 2, los magos quieren divertirse
Nada es lo que parece 2 es una película llena de escenas y personajes ridículos, lo cual no quiere decir que no sea divertida y pueda ser disfrutada con quien tiene afinidad con este tipo de cosas. Su mayor problema no es el delirio que abunda en esta secuela sobre las aventuras de un dream team de magos, sino los momentos en que se quiere profundizar en los aspectos más dramáticos de la historia y se reniega de la propia naturaleza.
La primera Nada es lo que parece se tomaba más en serio a sí misma. La película dirigida por Louis Leterrier (Furia de titanes) era canchera, sobre todo con su cuestionable vuelta de tuerca final, pero apuntaba a ser un entretenimiento ingenioso y elegante, aunque no lo consiguiera del todo. En esta segunda parte, los guionistas y el director Jon M. Chu (G.I. Joe: El contraataque) parecen haber renunciado a esas pretensiones, entregándose a un espíritu más cercano a la idea de que si tenían que hacer una secuela, al menos iban a divertirse con ella.
El resultado es un film que tiene una lista de elementos absurdos y varios clichés: el actor de Harry Potter como un malo que quiere hacer un gran truco de magia para su beneficio (magia? Harry Potter? guiño); el gemelo malvado de uno de los protagonistas (no diremos quién, pero es quien mejor podía hacerlo); un antiguo negocio de magia en Macau atendido por una mujer mayor china (¿será un personaje lleno de sabiduría? La respuesta no los sorprenderá).
Con el humor indicado todo esto resulta divertido. El desacierto de la película está en la historia de origen del personaje de Mark Ruffalo y las consecuencias que tiene en toda la historia. Ahí se intenta ir a un plano más dramático y darle pinceladas de explicaciones psicológicas a una película que está en otro registro.
Dentro de lo mejor de Nada es lo que parece 2 está Woody Harrelson aportando su toque de locura usual; Lizzie Caplan actuando su personaje de comedia a la perfección, y Radcliffe y Caine, que son de los que más se divierten en sus papeles de villanos de parodia de Bond que, entre la ejecución de sus planes malvados, se hacen de un tiempito para tomarse un té.