Cuando en 2013 se estrenó Nada es lo que parece nos encontramos con una gran película que daba un punto de vista diferente (y muy entretenido) sobre el mundo de la magia y el ilusionismo.
Su gran aceptación y éxito aseguraron una secuela de forma rápida pero lamentablemente la misma no está a la altura.
Me da la sensación de que era una historia que no debía continuarse aunque parecía lo contrario porque aquí nos damos cuenta que los personajes no daban para más y cae en la repetición.
No se generan los climas que se buscan y en consecuencia aburre un poco porque el punto fuerte de la primera parte era deslumbrar con lo que podían hacer estos personajes y si bien aquí se continúa con eso también se apela un poco al drama y desarrollo de Atlas (Jesse Eisenberg) y no transmite lo suficiente como para empatizar.
El director Jon M. Chu, quien viene de adaptar de forma desastrosa Jem & The holograms (2015) y documentales de Justin Bieber no estuvo a la altura del gran laburo que había logrado Louis Leterrier en la primera entrega.
Es muy fácil darse cuenta de eso a través de una escena clave bastante larga en donde tienen que robar un dispositivo de un lugar muy custodiado y ni de casualidad se genera la tensión que los actores expresan con sus caras.
Y hablando de los actores, no es que estén mal pero al no estar acompañados por el guión no se nota un crecimiento en sus papeles más allá de lo intentado (y no conseguido) con Eisenberg.
Que Isla Fisher no forme parte del elenco y sea reemplazada convenientemente por Lizzy Caplan con una leve explicación y solo por mantener el cupo femenino es muy de manual.
Lo mismo con la incorporación de Daniel Radcliffe buscando un guiño muy tonto que encima quemaron en los trailers.
Amén de ello, siempre da placer ver a Michael Cane y Morgan Freeman.
Nada es lo que parece 2 es otra secuela vacía hecha a las apuradas que no hace más que manchar lo entretenido de la original.