Más grande, menos irreverente
Más grande, menos irreverente Una secuela “obligada” por el éxito del film original con muchos más recursos, pero con menos sorpresas.
Nadie esperaba el éxito comercial que significó, hace tres años, Nada es lo que parece. Ni siquiera sus propios hacedores, que habían dejado todo tan cerrado que una secuela resultaba, al menos en términos narrativos, difícil de imaginar. Pero en Hollywood, se sabe, mandan los números y ahora estamos ante una segunda parte más grande, con más despliegue y desarrollo, pero con menos irreverencia.
Con Jon M. Chu (G.I. Joe: La venganza) en reemplazo del francés Louis Leterrier (El transportador, Furia de titanes) en la dirección, Nada es lo que parece 2 vuelve a unir a “Los cuatro jinetes” (Woody Harrelson, Jesse Eisenberg, Dave Franco y Lizzy Caplan en lugar de la colorada Isla Fischer) para un nuevo golpe que consiste en evidenciar los verdaderos planes de un empresario de las telecomunicaciones.
A partir de ahí, habrá decenas de enredos y vueltas de tuerca, viajes de un continente a otro a velocidades sobrehumanas, buenos que al final no lo son y un villano que, como en casi todas las películas del subgénero “ingeniosas”, develará sus verdaderas intenciones bien avanzado el metraje.
Menos desfachatada y festiva que su predecesora, y más volcada a las explicaciones psicológicas sobre las motivaciones de sus personajes, Nada es lo que parece 2 prodiga giros y contragiros narrativos durante dos horas. El resultado es, por un lado, un relato que se sigue con interés, pero que termina agotándose y cayendo por el propio peso de su (único) recurso. Al fin y al cabo, el film de Chu es de esos que reiteran una y otra vez su truco hasta volverlo evidente, Como si un mago escondiera sus palomas en una jaula transparente a la vista de toda la platea.