Juegos, trampas y dos cartas humeantes
El inesperado éxito de Nada es lo que Parece, a cargo del efectivo Louis Leterrier, trajo la obvia secuela a nuestros cines. Hollywood no iba a dejar pasar tamaña oportunidad de convertir en franquicia a los famosos Cuatro Jinetes.
Daniel, Merritt, Jack, la recientemente incorporada Lula y el topo/agente/mago Dylan Rhodes vuelven a subirse al escenario luego de un buen tiempo en la clandestinidad. ¿El motivo de su regreso? Desenmascarar a un joven millonario que se encuentra detrás de un chip que podrá decodificar y liberar la información de cualquier dispositivo (celular, computadora, etc.) del mundo. El problema para los famosos magos se da cuando se ven envueltos en un truco del cual no parecen tener escapatoria.
Jon M. Chu, director de la fallida G.I. Joe: El Contraataque (G.I. Joe: Retaliation), reemplaza al realizador galo detrás de las cámaras. Chu no es Leterrier y se nota. La primera entrega tenía un ritmo vertiginoso, no paraba nunca, pero jamás abrumaba. Su velocidad no entorpecía la narración, todo fluía con naturalidad, acelerada, pero naturalidad al fin. En Nada es lo que Parece 2 es evidente que Chu quiso seguir el ritmo impuesto por Leterrier, pero sin una historia atrapante, medianamente “comprable” o una narración ajustada. El resultado final del film no es el esperado comparado con su querible y por momentos fascinante predecesora.
Se aprecia de lejos que Eisenberg, Ruffalo, Harrelson, Franco, Caplan y Freeman se llevan bien delante y detrás de las cámaras.
El comienzo de esta secuela es errante, la película va de Estados Unidos a China, apurada, sin pausa. En el medio de esa corrida hay bocha de inceptions (no sé si existe la palabra pero quedaba linda) de engaños y fraudes, algunos más ingeniosos y mejores desarrollados que otros. Promediados los 40 minutos, la segunda parte se asienta, deja de correr sin control y empieza a desarrollar lo que tan bien funciono en la cinta originaria: La química entre sus protagonistas. Es ahí donde Nada es lo que Parece 2 encuentra sus mejores momentos y su pulso porque se aprecia de lejos que Jesse Eisenberg, Mark Ruffalo, Woody Harrelson, Dave Franco, Lizzy Caplan y Morgan Freeman se llevan bien delante y detrás de las cámaras. Lamentablemente para Chu, en la entrega del 2013 la historia potenciaba y evidenciaba esa química, mientras que acá la trama de juegos y trampas le juega en contra.
Lamentablemente Nada es lo que Parece 2 no consigue plasmar del todo el querible tono de su predecesora. La historia (si bien la primera también era bastante inverosímil) no resulta tan comprable aún dentro del mismo universo de fantasías y enredos espectaculares que plantea la franquicia. Más allá de las cuestiones mencionadas, cuando Jon M. Chu endereza la nave y sus protagonistas pasan al frente de la propia historia, la secuela funciona, y entretiene, algo que no es poco por estos días.