Cuanto más ve menos mira, cuanto más mira menos ve
Cartomagia, escapismo, prestidigitación, mentalismo, son solo algunas de las especialidades que puede elegir un mago para presentarse en público. Esta es la historia de cuatro ilusionistas, cada uno de ellos notable en su rubro, quienes son reclutados por un desconocido, y que un año después aparecen como celebridades listos para asombrar al público de Las Vegas con un acto nunca antes realizado: Robar, teletransportación mediante, un banco ubicado en París. Los cuatro jinetes, tal como se los conoce, inmediatamente pasan a estar en la mira del FBI e Interpol, y más precisamente del agente Hobbs (Mark Ruffalo) y la francesa Alma Dray (Mélanie Laurent).
Lamentablemente, los tiempos del cine hoy en día no permiten sutilezas ni un supenso demasiado extendido, así que la trama se precipita un poco y todo el relato se presenta como si fuera una carrera hacia el final. En este sentido, y si vamos a usar ejemplos mágicos, mal no les hubiera venido ver a René Lavand.
Todo el filme funciona como una gran ilusión, distrae mientras arma la trampa, juega con el espectador igual que los magos lo hacen con sus perseguidores y finalmente, la ilusión principal, a modo de grand finale, se presenta, sorprende.
Y ante la sorpresa, el espectador podrá actuar igual que ante un acto de magia presentado ante sus ojos; relajarse y disfrutarlo, o pretender verlo de nuevo, algo a lo que cualquier buen mago que se precie de tal jamás accedería. El inquieto querrá ver de nuevo la película para descubrir algún fallo en la trama, la grieta; que por cierto, el guión no está exento de algunas fisuras. Pero ante la sorpresa final, lo más recomendable es, como ante la ilusión, relajarse, disfrutarla y no contárselo a nadie.