Por más acelerado que uno venga, al comenzar esta película de Louis Leterrier el espectador sentirá que la actividad realizada antes de entrar al cine era lenta hasta la exasperación. Leterrier (francés, pero que estudió y filma en inglés) tiene como norte exacerbar los movimientos de los personajes y los de la cámara. Leterrier, el mismo de El transportador 1 y 2 , guía con mucho ritmo a estos magos primero separados y luego juntos, con un misterioso plan. Misterioso porque se desconoce quién los ha juntado, pero no por la exposición. No hay bajo perfil en absoluto: los cuatro magos (bah, uno es mentalista y no todos tienen las mismas habilidades) hacen espectáculos gigantes, globales, virales, bombásticos. Gran juego para la cámara y el montaje comandados por Leterrier: muchas posibilidades para ejercitar movimientos circulares, grúas, steady-cams y caminatas cool de los protagonistas. Y para usar a los actores mediante la intensificación de sus cualidades más sobresalientes.
Leterrier es un insolente. Hace que Jesse Eisenberg hable aún más rápido y con mayor soberbia que en Red Social . Que Mark Ruffalo sea un investigador aún más decidido que en Zodíaco . Que Isla Fisher exhiba escotes y una cualidad sexy vulgar incluso más visibles que en El gran Gatsby . Que Woody Harrelson disfrute aún más que en 2012 de la excentricidad de su personaje. Que Morgan Freeman y Michael Caine jueguen su juego habitual con intensidad cercana a la parodia: Freeman como sabio experto calmo; Caine con su acento inglés barriobajero aunque sea un millonario. Leterrier es un insolente que junta un elenco con numerosos atractivos y le agrega a la francesa Mélanie Laurent, la de Bastardos sin gloria , para un contrapeso actoral extraordinario. Alma Dray, su personaje, desde el nombre ya es distinto: no parece estar jugando, parece vivir de forma más genuina.
Dueña de una belleza singular y de una innegable fotogenia, Mélanie Laurent es el pivote de la narración, es la que puede proveer algunas mínimas pausas (la cámara parece detenerse en su rostro, rendida) entre cortes bestiales para revelar detalles que se nos habían pasado por alto (que la película nos había hecho pasar por alto mediante la distracción del entretenimiento flamígero) y secuencias de acción furibunda y también montadas a enorme velocidad.
Revelaciones sobre revelaciones, las parciales y la final. Las revelaciones parciales son enormemente atractivas en su osadía, en sus cambios de rumbo, en su acumulación festiva de situaciones inesperadas. La película avanza así como un torbellino. La revelación final es un tanto forzada en términos lógicos, aunque hay que decir que en términos estructurales no es tan chirriante. De todos modos, entrar en mayores análisis sería develar ese final que no es especialmente sólido pero está lejos de aguar y arruinar Nada es lo que parece , ejemplo especialmente logrado de narrativa frenética y de diversión venerada con una devoción conmovedora. Leterrier juega en las grandes ligas con una película sobre engaños, planes y grandes golpes con un entrañable espíritu clase B, lo que permite que olvidemos sus inconsistencias, sus trucos menos perfectos. Hace tantos que no es grave que veamos dónde estaba alguno de los conejos antes de aparecer en la galera..