La cámara es más rápida que el ojo
El mundo de la magia es fascinante. El cine, muchas veces, es mágico. La conjunción de ambos no puede dejar de ser interesante. Sobre esta base se mueve el correcto director de origen francés Louis Leterrier para narrar un ingenioso guión, apoyado en un elenco de caras más que conocidas. El resultado es un filme atrayente, divertido y de a ratos, sorprendente por los giros originales de la trama. Es cierto que sobre el final declina la potencia de la historia, pero para llegar a este punto el público ha sido conducido con mucha habilidad precisamente por donde el director y los guionistas habían decidido llevarlo.
Los cuatro magos que protagonizan la historia son presentados en las primeras escenas como habilidosos y exitosos (cada uno en su disciplina) pero casi desconocidos. Son misteriosamente (mágicamente) reclutados para realizar una serie de megashows, el primero de los cuales termina en un espectacular robo a distancia de la caja fuerte de un banco de Francia y con la lluvia del producto del atraco sobre los felices espectadores. Esto desencadena la participación del FBI y de Interpol, quienes se niegan a ser meros testigos de cómo estos cuatro ilusionistas delinquen sin temor a terminar entre rejas.
Se suceden entonces los tramos más divertidos del filme. La presencia del personaje de Morgan Freeman (un "desmontador" profesional de los trucos de los magos) aporta la explicación "racional" ante los sorprendentes efectos mágicos; la trama entonces sufre una serie de vueltas de tuerca y de revelaciones que la hacen muy atractiva.
Cada uno de los actores y actrices le da matices propios a los personajes, y toda la estructura del filme se fortalece con estos aportes. Tal vez la resolución final de la trama puede decepcionar a algunos, pero también es cierto (se dice en alguno de los diálogos) que todo aquello en que la magia esté involucrada exige una cuota de fe y de entrega por parte del público. Bajo esa premisa, la película es altamente recomendable.