Esta es la clase de películas que hacen que uno salga del cine alegre y con ganas de volver a ver films. Tiene sus imperfecciones y sus ligerezas, pero la suma total supera sus debilidades. Cuatro magos, reunidos por alguien a quien no conocemos, se vuelven famosos en Las Vegas. Sus últimas tres presentaciones implican, a través de los trucos, tres golpes o estafas magistrales que tienen, además, un oculto propósito. A medida que los crímenes se desarrollan, el FBI, Interpol y toda agencia de seguridad los persigue. Por cierto, final sorpresa. Ahora bien: la película es en sí misma un acto de prestidigitación donde se nos distrae constantemente para que el truco funcione.
Y, por cierto, en los minutos finales sabemos que puede pasar cualquier cosa y ya no estamos seguros de nada. Aparece un personaje “nuevo” y ya pensamos que es otro truco (aunque no) y desaparece un personaje “viejo” y pensamos qué lástima (pero es un truco). Ese febril estado de indefinición sería catastrófico para una película, si los actores no fueran todos muy simpáticos y generaran un halo de confianza para sus personajes. Así, en el fondo y a pesar de las vueltas de tuerca necesarias dado el tema, sabemos quiénes son los buenos y quiénes los malos. Un cuento divertido que vale la pena.