El encanto del artificio
La magia para ingresar en su culto sólo nos pide un sacrificio a realizar en su altar de adoración, una sola ofrenda debe ser realizada para lograr ser parte: la entrega incondicional del verosímil. Inútil es asistir a una función de magia o ilusionismo con la pendenciera actitud de ver los hilos que se mueven detrás del escenario o el doble fondo de la caja en la que habita temporalmente el conejo. Poco disfrutaremos de la propuesta.
Con el cine de ilusionismo ocurre lo mismo, verlo buscando la factibilidad de sus trucos es casi tan inservible como fútil. De modo que la propuesta del film del director Louis Leterrier (encargado de las cintas de acción Hulk y El transportador I Y II) nos propone un viaje lleno del brillo y la majestuosidad que sustentan el engaño mejor planteado.
Primero entonces iremos conociendo uno a uno a los encargados de llevarnos en este viaje de magníficos y grandilocuentes engaños: J. Daniel Atlas (Jesse Eisemberg); Jack Wilder (Dave Franco, el hermano del consagrado James); Merritt McKinney (Woody Harrelson) y Henley Reeves (Isla Fisher) son reclutados por un misterioso desconocido que dándoles una carta a cada uno los cita en una misteriosa dirección y les encomienda una misión que el espectador no conocerá hasta el final.
La acción nos lleva entonces a Las Vegas donde los “Cuatro jinetes” presentan un espectáculo que se propone una meta por demás ambiciosa: robar en vivo y en directo y delante de toda la audiencia presente un banco en París. Un miembro de la audiencia, elegido al azar es teletransportado hasta una bóveda de la ciudad parisina y allí se lleva a cabo la maravillosa hazaña frente a la mirada incrédula de todos.
Cuando el cuarteto es apresado e interrogado por Dylan Rhodes (Mark Ruffalo en un gran papel) con la colaboración de Alma Dray (Melanie Laurent) no sólo no obtiene respuesta válida alguna sino que sabe que pronto vendrá un golpe aún mayor que dejará en ridículo a las fuerzas policiales.
Así comienza un juego del gato y el ratón donde constantemente ambas partes miden sus fuerzas, y como suele ocurrir en los últimos tiempos tanto en el cine como en las series, la incompetencia de las fuerzas del orden se hace más y más evidente.
Completan la situación como dos mentores en veredas opuestas: Arthur Tressler (Michael Caine) un magnate benefactor de los cuatro jinetes y Thaddeus Bradley (Morgan Freeman) en el papel del eterno encargado de desenmascarar a todos los ilusionistas que se crucen en su camino. "Cuando más cerca estés menos verás", es el lema principal de este grupo de ilusionistas y el film hace justamente eso con el espectador: lo abruma de tal manera con sus luces de neón, con su artilugio tan magistralmente llevado a la enésima potencia que en medio del aturdimiento poco puede hacer para entender y sólo le queda una opción.
Más tarde vendrán las explicaciones de cada uno de los trucos (tal vez demasiado en detalle y menospreciando la capacidad del espectador), pero tras cada artilugio develado vendrá uno mayor, que responde al plan de la mente maestra que los jinetes aún no conocen.
Si algo puede criticársele al film es su falta de verosímil pero convengamos que tal vez ese sea el basamento principal de la ilusión: un avezado ejecutor y un espectador dispuesto a dejarse seducir por su arte.
El cine al igual que la magia son unas de las únicas maneras posibles que posee el hombre común de vencer la rutina y la falta de control que la vida le impone. Por un momento olvida su condición de mero individuo para poder sentirse parte de un universo mágico y luminoso pero nada de esto puede ser posible si el mismo no realiza su propia alquimia. Del público depende disfrutar de este film desprejuiciadamente lúdico o salir de la sala contando los hilos que vieron detrás o el doble fondo de la caja del conejo.