Una piscina empedrada de buenas intenciones.
Comedia francesa que supone la incursión en la dirección del actor Gilles Lellouche, interpretada por Guillaume Canet, Matthieu Amalric, Virginie Efira y Benoît Poelvoorde.
Con mejor acogida del público que de la crítica, Nadando por un sueño vendió ya más de un millón y medio de entradas en su primera semana de explotación en Francia. Una comedia “popular” a la francesa, repleta de buenas intenciones pero que resulta decepcionante, sin sorpresas y convencional en el desarrollo de su guion, no obstante, la presencia de excelentes actores.
Un guión que busca caminar tras las huellas de películas como Todo o nada: The Full monty (1997) –aquella formidable película británica de Peter Cattaneo, con una banda de perdedores de la crisis económica que organizaban un espectáculo de striptease masculino– pero que lamentablemente no está a la altura de su modelo.
Relata Lellouche la historia de un grupo de ocho perdedores, cincuentones depresivos o en crisis profesional, sentimental o familiar, que van a recuperar su esperanza en la vida al reunirse para formar un grupo masculino de natación acrobática, pues como dice su entrenadora “todos queremos un día obtener una medalla” o el reconocimiento de lo realizado. Un deporte considerado como poco masculino, y que pone de relieve la feminidad o la sensibilidad de sus personajes.
El guión de Gilles Lellouche resulta sin embargo farragoso en la descripción de las respectivas depresiones de sus personajes masculinos, a los que se añaden los dos personajes femeninos, una entrenadora en silla de ruedas, y otra que acude regularmente a las reuniones de alcohólicos anónimos, las actrices Leila Bekti y Virginie Effira, que hacen lo que pueden con sus respectivos papeles.
De su panel de “losers”, los que salen mejor parados son Jean Hugues Anglade en pose de viejo rockero fracasado, y Philippe Katerine, de tímida y confusa sexualidad, que son los más patéticos y auténticos de la banda. Amalric, Poelvoorde y Canet, en cambio, resultan o excesivos o apagados, según las secuencias.
De sus entrenamientos catastróficos, y de sus historias personales, pasamos sin verdadera transición en la parte final a ese previsible éxito que estaba anunciado desde el comienzo de la película. La balanza se inclina así hacia la comedia sentimental.
Ya definida por algún crítico como “un Full Monty a la francesa”, Nadando por un sueño es una película sobre algunos aspectos del malestar social más actual. No es difícil imaginar a estos cuarentones/cincuentones deprimidos formando parte de las manifestaciones de “chalecos amarillos”; como ellos, los protagonistas de esta película agridulce tienen dificultades económicas, padecen de soledad, desórdenes familiares, un trabajo que les genera fastidio y hasta sufrimiento.
Los diálogos resultan poco inspirados y las situaciones cómicas menos abundantes que el lado sentimental y dramático de sus vidas respectivas, olvidadas tan solo cuando se reúnen para entrenarse en la piscina.
Sobre el mismo tema de la película existe otro film inglés producido también este año, Swimming with men de Oliver Parker, que todavía no se ha estrenado en Francia. Será en todo caso interesante la comparación con la de Lellouche, pues, como decía Woody Allen, deberían inventar un festival en donde compitan solo películas sobre el mismo tema y con presupuestos de producción equivalentes.