Nadando por un sueño: una pieza redonda entrará en un agujero cuadrado.
Gilles Lellouche nos brinda su primer película como director, una comedia dramática, no justamente innovadora pero que funciona gracias al soñado elenco y su enorme corazón.
“Le grand bain” está protagonizada por Mathieu Amalric, Guillaume Canet, Benoît Poelvoorde, Jean-Hugues Anglade, entre otros, lo que hace que se eleve el nivel por encima de la media de este tipo de historias. En plena crisis de los cuarenta, con problemas económicos, laborales, amorosos y familiares, un grupo de hombres decide formar el primer equipo nacional de natación sincronizada masculino.
A lo largo de los entrenamientos, hallarán un espacio de contención y conformarán una amistad para poder hacer frente a las adversidades, tanto en lo deportivo como en lo personal. Saliéndose de los estereotipos y gracias al trabajo en equipo, podrán sacar lo mejor de sí mismos y volver a ilusionarse con la vida misma.
Se trata de la ópera prima (su primer largometraje) del ya actor Gilles Lellouche (“Rock’n Roll”, 2017, “Mea culpa”, 2014), que también es el guionista. Aunque la historia no es nueva: está basada en un hecho real sobre un equipo de nado sincronizado sueco. Además, ya se hizo la película “Swimming with men” (2018), narrando exactamente lo mismo. Claro que es de esperar que, como viene sucediendo, hagan muchas versiones de diferentes nacionalidades (tal como sucedió con la italiana “Perfetti sconosciuti”, 2016).
En un elenco que es superlativo, se destacan sobremanera Mathieu Amalric (“Le scaphandre et le papillon”, 2007), Guillaume Canet (“Doubles Vies”, 2018), Benoît Poelvoorde (“Le tout nouveau testament”, 2015) y Virginie Efira (“Elle”, 2016) y Leïla Bekhti (“Tout ce qui brille”, 2010). La química de este grupo de actores se vislumbra sobre todo en los momentos más hilarantes y frescos. Cada uno se complementa a los otros y a la historia de una manera única; al igual que hacen los personajes que, de no haber sido por el nado sincronizado, nunca hubiesen entablado relación entre ellos. Con motivo de la competencia deportiva, se entrelazan todos sus problemas y el director logra que sus más 8 protagonistas se luzcan ampliamente.
La banda sonora es un gran acierto en la película, donde se puede notar ese halo nostálgico que acompaña a los protagonistas con ganas de encuadrar de nuevo en la vida actual. La utilización de canciones ochenteras como “Easy Lover”, de Phil Collins y Philip Bailey, o “Everybody wants to rule the world”, de Tears for Fears. Además, hacen uso de cámaras lentas que, junto a las escenas en el agua, le aportan belleza y elegancia.
“Le Grand Bain” es una película sencilla, para entretener y emocionar a partir de la típica fórmula de la competencia deportiva. Ciertamente, el espectador puede asociarla a otras como “Dodgeball” (2004) o “Campeones” (2018), entre tantas otras que, con caminos parecidos, llegan al mismo resultado.
Asimilable al “The Full Monty” (1997), de Peter Cattaneo, donde hombres bastante perdedores y perdidos en sus vidas cotidianas, encuentran una actividad que los saca de la rutina y los motiva a encontrar una pasión. Mientras que en la primera era haciendo striptease, aquí es practicando nado sincronizado.
En resumen, “Nadando por un sueño” es una propuesta poco innovadora pero entretenida. Hace que el espectador pase un buen rato y se quede con una agradable sensación. Es una película hecha con corazón, aunque predecible, logra emocionar con su mensaje sobre seguir los sueños hasta hacerlos realidad. Así, Lellouche le pone fin a esta historia: “Algo es seguro, ni el más escéptico lo pondrá en duda: si realmente se lo desea, una pieza redonda entrará en un agujero cuadrado. Y viceversa”.