Conviene avisarles que esto no trata de nada, solo de una contradicción geométrica. La historia de un planeta redondo y tonto que gira sin propósito alrededor de un sol redondo y tonto que arde sin propósito. Sin embargo, de las pocas cosas de las que podemos estar seguros hay una que hasta los peores escépticos no pueden cuestionar: un cuadrado no entra en un hueco redondo”.
Este es el prólogo de Nadando por un sueño (Le grand Bain). O Todo o nada (como se tituló en España). U Hombres al agua, como se llama en otros países de Latinoamérica. Siguen las variables caprichosas con las que se nombra al primer largometraje de Gilles Lellouche, filme que estuvo en el Festival de Cannes el año pasado y que ganó los premios más importantes en los César, galardones que destacan la cinematografía de Francia.
Este filme integra el grupo de comedias francesas que se ha convertido casi en un género en sí mismo, y hay una clara referencia a Amelie de Jean-Pierre Jeunet en su minuto y medio inicial.
Bertrand (Mathieu Amalric) sufre depresión desde hace dos años, cuando se quedó sin trabajo. Sin embargo, él nada.
Laurent (Guillaume Canet) es un padre de familia violento y malhumorado que nada.
La lista de personajes incluye a un comerciante a punto de entrar en quiebra por cuarta vez; a un empleado de la pileta municipal cuya soledad inunda las escenas; a un rockero frustrado que vive en un trailer.
Todos ellos son cuadrados que no entran en los redondos moldes de la masculinidad.
Sin embargo, todos ellos nadan y forman parte del primer equipo de nado sincronizado masculino de Francia (disciplina casi exclusivamente femenina).
Nadando por un sueño es un retrato sobre la masculinidad que no encaja en los paradigmas que tradicionalmente la definen.
Es el agua el espacio que trasciende los entrenamientos y donde siete hombres encuentran una manera de estar en el mundo, alejada de expectativas y estereotipos.
Y es allí, también, donde empieza el camino del héroe introspectivo, pero también colectivo.
Esta es la historia de siete hombres que habitan el agua como un remanso. La cuestión es nadar o hundirse en ese acto final, es tan improbable como inevitable.