Nueva York, lejos de la postal
En la superficie, la de Nicolás, el protagonista de este tercer largometraje de Julia Solomonoff, luce como una historia conocida: la del inmigrante latinoamericano que intenta abrirse camino en una ciudad de la magnitud y el charme de Nueva York, siempre tan seductora como excluyente con los recién llegados. Lo que singulariza a la película es su capacidad de capturar ese ambiente áspero con sutileza e inteligencia. Con un puñado de pequeños apuntes -traducidos en escenas sintéticas, con buen timing, eficaces-, la directora consigue revelar algunos mecanismos de funcionamiento social y cultural de ese escenario que le queda visiblemente incómodo al protagonista, cuya angustia más profunda, de todos modos, parece más existencial que provocada por su accidentada estada allí.
Es una pena de amor lo que tortura al personaje que Guillermo Pfening (un actor que deja una telenovela en Buenos Aires para filmar una película de un director mexicano) logra llenar de matices. Y ese lugar poco familiar, tan prolijo como frío, mecánico y hostil, no parece el mejor para atenuarla. Finalmente, no son el exilio territorial, los problemas con el acento o la astucia para elegir un look adecuado aquello que lo incomoda, sino más bien la resolución de esa historia íntima, que parece urgente para Nicolás, aunque él tarde un poco en darse cuenta de que puede ser la llave para ingresar a otra etapa, para aprovechar lo aprendido y enfocarse de nuevo.