La nueva película de la realizadora de “El último verano de la Boyita” se centra en un actor argentino (encarnado por Guillermo Pfening) que elige probar suerte trabajando en Nueva York, pero allí se encuentra con que las cosas son mucho más complicadas de lo que se imaginaba.
Un actor argentino (encarnado por Guillermo Pfening), harto de la telenovela en la que trabaja y de su oculta relación con el casado productor de esa tira (Rafael Ferro), decide irse a Nueva York con la promesa de trabajar con un joven y promisorio cineasta mexicano. Pero el proyecto se complica y no le queda otra que tratar de sobrevivir como puede, haciendo changas de mozo en un bar cool, cuidando al bebé de una amiga (Elena Roger), que vive allí en una mejor situación económica que la suya, mientras se presenta a algunos castings.
Así pasan las semanas y el proyecto cinematográfico, por falta de fondos, se va volviendo cada vez más improbable. Nico empieza a preocuparse, a desesperar. Su vida sentimental es problemática (tuvo un novio estando allí, del que se sabe poco, pero queda claro que se han distanciado) y su vida como “roomate” en la casa de una artista visual lesbiana se va volviendo cada vez más complicada. Si a esto se le suma que su ex amante/productor lo sigue llamando y el ahora único protagonista de la novela (Marco Antonio Caponi) viene a visitarlo, Nico ya no sabe para dónde arrancar ni cómo disimular su fracaso profesional.
Tampoco le resulta fácil quedar en un casting ya que “no da latino” y tampoco habla muy inglés. Y, como niñero, tampoco es el colmo de la prolijidad y el control, por lo que la vida de Nico a lo largo de lo que parece ser un año en Nueva York, si bien tiene sus pequeños placeres, en su mayoría son frustraciones, decepciones y problemas. Encuentra a través de una productora de allí lo que parece ser una salida laboral, pero tampoco las cosas resultan simples. Si a esto se le suma una inesperada visita desde Argentina es claro que el mundo que Nico tiene atado con alambres en Nueva York puede terminar por derrumbarse.
¿Podrá seguir manteniendo el sueño de triunfar en “La Gran Manzana” o deberá regresar a lo que dejó con fastidio y dolor? ¿Se bancará vivir trabajando de mozo o niñero allá? ¿Le saldrán las esperadas y prometidas opciones laborales con las que sueña? ¿O la nostalgia ganará y se volverá a los pagos?
De todo esto y varias cosas más habla la nueva película de la directora de EL ÚLTIMO VERANO DE LA BOYITA, quien hace bastantes años pasa buena parte de su tiempo en Nueva York. La película cuenta con actuaciones notables de casi todo el elenco, pero especialmente del omnipresente Pfening. También se luce Roger, como su más acomodada amiga, y Caponi, como el típico galán canchero argentino. NADIE NOS MIRA retrata muy bien la experiencia de la extranjeridad, de la lejanía, de tratar de reinventarse profesionalmente en un lugar distinto y complicado, por más prometedor que parezca en los papeles. Es cierto que no se trata de un exilio forzado sino de una elección de vida, pero de todos modos la sensación de desamparo, de soledad, de perder lo que se tenía y tener que empezar casi de cero se transmite fielmente en la pantalla.
La estructura del filme da casi para una serie televisiva por su carácter episódico. Uno podría imaginar al filme como una comedia en ocho capítulos de 25 minutos cada uno en los que Nico atraviesa las distintas variables de su vida neoyorquina: como niñero, yendo a castings, recibiendo a su amigo argentino, en el bar, con sus nuevas amigas niñeras latinas, con su ex novio, su frustrado director, su amiga del alma, su ex amante, su nueva productora y así. Pero pese a ese carácter episódico, la película se sostiene como el retrato de una experiencia que el protagonista jamás olvidará. Y, para los espectadores, como una muestra clara de que, pese a lo bonito que luce en las fotos y en los videos, Nueva York puede ser un muy complicado lugar para vivir. Será un lugar de una intensidad única y de una singular belleza, pero cuando uno está enredado en sus propios conflictos y los sueños se vuelven un tanto pesadillescos, todo lugar termina siendo, a su manera, un tanto inhóspito.