La directora argentina Julia Solomonoff (Último verano de La Boyita) vive y trabaja en Nueva York. Conoce bien, entonces, la experiencia de estar lejos de casa, con sus días mejores y peores. Y eso se nota en Nadie nos mira, su nueva película, una historia que transcurre básicamente en la fascinante e intimidante New York City. Allí está Nico (Guillermo Pfening, premiado por este estupendo trabajo en el festival Tribeca), un actor al que no le estaba yendo mal en Argentina como parte del elenco de una telenovela, pero que decidió poner distancia después de una relación dañina con el productor -casado con hijos- del que se había enamorado. Nico se dedica a cuidar al bebé de su amiga Andrea (Elena Roger) una argentina profesora de yoga que está en pareja con un soso estadounidense. Mientras espera que salga un proyecto de una película con director mexicano, lo lleva a la plaza, le compra pañales, lo pasea, le da la mamadera y lo hace dormir. Pero el proyecto se demora, los castings a los que se presenta fracasan porque es rubio y no responde al tipo latino buscado, y le cuesta pagar su mitad del alquiler a la artista homosexual con la que comparte departamento. Pasarán otras cosas, visitas, encuentros y desencuentros, que no son tan interesantes por sí mismos sino por la luz que van echando sobre el personaje, cuya voluntad, casi fe en que las cosas van a salir bien acerca y conmueve. Pfening no necesita hacerse el simpático, no apela a gestos lastimeros ni estallidos emocionales. Lo suyo, lo de Nico, es el sutil sinsabor cotidiano de quien está viviendo en otro idioma y quiere ponerle la mejor onda, pero no deja de resistir, en lo cotidiano, las dificultades que ofrece esa ciudad hermosa pero carísima, amigable pero indiferente, llena de gente pero condenadora a la soledad. Solomonoff registra muy bien la trama de relaciones fugaces que muchas veces hace a los primeros tiempos de un desarraigo: gente que va y viene en la vida de Nico, acaso portadores de oportunidades o con apariencia de verdaderos amigos que después desaparecen en la gran manzana. Competencia es una palabra que se subraya en los diálogos en spanglish.
A través de la historia de su personaje, que es la de un inmigrante voluntario, un tipo formado que decide probar suerte pero que aún así pertenece al submundo de los indocumentados, Solomonoff expone una vivencia universal, obviamente súper actual, alejada del drama humano que llena cada día los titulares. Y muestra una Nueva York tan fotogénica como dura para todo aquel al que las cosas no le salen demasiado bien.