Nadie nos mira es una película que no es para cualquier paladar. Si, es una frase que he escrito más de una vez pero que es necesario remarcar cuando lo amerita y aquí es importante.
Hago esta aclaración porque se trata de un film muy contemplativo. De tiempos largos y silencios prolongados. Y ese es un cine que no es para las grandes masas.
Aquí funciona muy bien el planteo y se logra lo que se pretende: meterse en la piel del personaje principal.
La directora y guionista Julia Solomonoff (El último verano en la Boyita, 2009) plasma una historia muy intimista sobre el desarraigo y el sentido de pertenencia, así como también hasta donde uno puede llegar por un sueño y un desamor.
Es muy interesante el contexto del film abordado desde el punto de vista de un inmigrante argentino en New York en tiempos muy complicados dada la política migratoria de Donald Trump.
Asimismo, que el film transcurra en esa ciudad lo eleva de la misma manera en la cual sucede con todas las películas que se filman allí y utilizan las locaciones como un personaje más. Sale ganando.
Y para que este tipo de cintas sean buenas o malas es determinante el desempeño actoral y aquí es excelente.
Bien merecido tiene su premio a mejor actor (en el Festival de Tribeca) Guillermo Pfening. No hay plano en el cual no esté perfecto.
Lo acompañan muy bien Elena Roger, Rafael Ferro y Marco Antonio Caponi.
Nadie nos mira da un testimonio muy particular y concreto. Sus fuertes son la mirada de la directora y la bestial interpretación de su protagonista. Si buscan una película alejada de los tanques hollywoodenses esta es una gran elección.