Hay algo de irónico en el título de la tercera película de Julia Solomonoff (directora de las también recomendables Hermanas y El último verano de la Boyita), la cámara esta siempre viendo al protagonista, o mejor dicho: la cámara somos nosotros los espectadores, quienes vemos/espiamos lo que le ocurre al personaje principal interpretado por Guillermo Pfening.
Nico es su nombre y se encuentra en Estados Unidos luego de abandonar Argentina en medio del éxito de una serie en la que se encontraba trabajando. Se va dejando a su familia y a su amante, y esperando lograr ser exitoso como actor, pero las cosas no son tan fáciles para un extranjero…
Como un retrato cruel, un acercamiento a un país que muchos sólo conocen por películas y fotos, Nadie nos mira termina con la idealización que el cine americano ha construido sobre cómo es vivir ahí. No es una ciudad linda, ni de ensueño; si no se supiera que transcurre en Nueva York podría ser cualquier otra ciudad del mundo. Los comportamientos son casi los mismos, no hay golpe de suerte, el sueño americano es sólo para los norteamericanos. Son casi los mismos porque se nota una extrañeza entre las cosas que hace y hacen a un argentino en contraste a la tierra donde transcurre esta historia, y eso pareciera que genera que los personajes no se sientan del todo cómodos.
En estos tiempos en que se habla del racismo, la película muestra cómo la discriminación forma parte del discurso del pueblo americano. Una de las mejores escenas muestra al personaje de Nico yendo a un casting para audicionar para el rol de un latino, pero por ser rubio le piden si puede audicionar para otro papel. Esta es una de las escenas mas incómodas que dio el cine nacional en los últimos años, por su realismo y por su transparencia, sin embargo, no va a ser el único momento incómodo.
Al principio de la película se lo ve a Nico caminando por un parque llevando unas gafas negras, símbolo de no querer ver la realidad tal cual es. Cuando esta finalmente le pega el espectador, siente lo mismo que él. Impotencia, tristeza y frustración, nada le sale bien a este personaje. Esta identificación no sería posible si no fuera por el excelente guión y por la interpretación de Guillermo Pfening, quien ganó el premio a Mejor Actor en la última edición del Festival de Cine de Tribeca. Es una actuación natural y expresiva a la vez que logra que entendamos todas las emociones y matices que tiene. Está acompañado por otras grandes interpretaciones, como la de Elena Roger; una amiga que lo contrata para cuidar a su hijo; tan convincente por su naturalidad. También se destaca Rafael Ferro, quien con una mirada expresa mucho sin necesidad de decirlo.
Y finalmente, su apartado técnico es excelente. No somos conscientes de la cámara en ningún momento, no busca llamar la atención con jueguitos visuales, es cine puro de ese que confía en sus personajes, en sus historias, además de tener una gran banda sonora.