Hacer un buen slasher
Slasher, ese subgénero del asesino exagerado de adolescentes que probablemente se estableció como tal en Black christmas (1974) de Bob Clark y cuyo mejor exponente seguramente sea Halloween (1978) de John Carpenter, fue durante años sinónimo de película de terror. De hecho, Wes Craven y Kevin Williamson hicieron Scream, que fue el homenaje y actualización autoconsciente del cine de terror, y cuyo corpus de referencias son mayormente los slasher de los 80. El slasher ha sido tan exitoso como explotado y agotado, aunque tiene cierta mística melancólica entre los fanáticos del terror y cada tanto retorna con algún buen exponente como por ejemplo esta película de Ryûhei Kitamura y también con otras tantas basuras que no vale la pena recordar.
He tenido la suerte de encontrarme un par de veces con la filmografía de Kitamura. Primero viendo su salvaje Midnight meat train (2008), con su final raro y gore; y luego viendo esa maravilla llamada Godzilla final wars (2004) que es un delirante, desenfadado y recomendable festejo del 50 aniversario de Godzilla. El director japonés es claramente un cinéfilo sin filtro que conoce los subgéneros que explora y eso se nota en sus películas cargadas de homenajes y autoconciencia.
Nadie vive es un slasher en toda regla, más allá de alguna vuelta de tuerca:
1-Tiene a un asesino carismático y casi sobre humano interpretado por Luke Evans, quien se dedica a matar y a decir frases inteligentes y graciosas toda la película.
2-Tiene a la antagonista virginal (Adelaine Clemens) que viene a ser su debilidad, el típico personaje que no muere pero que significa la muerte para todos los que están a su alrededor.
3-Transcurre en una cabaña en medio de la nada rodeada de bosques.
4-Hay un montón de asesinatos exagerados y cargados de detalles sangrientos.
A pesar de su pequeñez, Nadie vive funciona a la perfección porque utiliza más o menos, los mismos mecanismos de Scream, pero sin tanta canchereada. Kitamura no nos deja olvidar que estamos viendo una película y al mismo tiempo nos empuja a disfrutarla a puro ritmo, retorcimiento e inverosimilitud pactada desde el principio con el espectador.
Por otro lado, Nadie vive no es una de esas películas que uno puede utilizar para hablar del cine de terror actual. En principio porque es de 2012 y luego porque la verdad es que no se están haciendo películas como esta, sino todo lo contrario. El mercado está dominado por las buenas o aceptables películas de James Wan y luego por un montón de copias o “inspiraciones” de Actividad paranormal. Se habla de crisis en el cine de terror, pero lo cierto es que la mayoría de las películas siguen funcionando en taquilla, lástima que son malas. Kitamura demuestra que solamente hay que saber hacer un buen slasher.