"Nadie": violencia y humor autoconsciente
Con esta película, tributaria de la saga iniciada por "Búsqueda implacable", con Liam Neeson, Odenkirk ingresa al panteón de los héroes más improbables del cine de acción.
Al comienzo de Nadie hay una secuencia de montaje con breves inserts en los que se ve al bueno de Hutch Mansell padeciendo la rutina familiar: desayuno quemado y de parado, correr al basurero con una bolsa, pagar el colectivo, café en la oficina, escritorio, viaje de vuelta a casa, cena incómoda con una esposa a la que casi no ve y dos hijos que no le hablan, y a dormir. Las imágenes se suceden de manera cada vez más veloz durante cuatro minutos, con cada bloque separado por placas que indican los sucesivos días, hasta completar dos semanas. El fragmento puntea con una concisión narrativa envidiable la vida monótona y aburrida, tan predecible y carente de deseo que duele, de este autodenominado Don Nadie. Y lo hace, además, apelando a las mejores armas de la comedia: hacía tiempo que no se veía un chiste basado en la reiteración tan gracioso como el que protagoniza Bob Odenkirk, un actor que con esta película ingresa al panteón de los héroes más improbables del cine de acción.
En ese panteón está Liam Neeson desde 2008, cuando, a los 56 años, le puso el cuerpo a ese padre dispuesto a todo con tal de recuperar a su hija en Búsqueda implacable. El Saul Goodman de Breaking Bad y Better Call Saul lo hace a los 58. Nunca es tarde para empezar a achurar delincuentes que se meten con la persona incorrecta. El humor en la saga de Neeson aparecía entre los pliegues, fruto de la acumulación antes que como un gesto deliberado. En Nadie, en cambio, la apuesta por la comedia es mucho más transparente, más desaforada, salvaje y autoconsciente. Autoconciencia es un término clave en el cine de aspiraciones masivas contemporáneo, en tanto opera como cobertura ante quienes se ensañen con la replicación de fórmulas conocidas: según este dogma, una cosa es que en Rápidos y furiosos vuelen por los aires cuanto vehículo exista y todos salgan sin un rasguño, y otra muy distinta que ocurra eso y que los propios personajes digan que tienen suerte de nunca lastimarse.
La autoconciencia en Nadie proviene de un concepto (un tipo aparentemente común y corriente envuelto en una trama de violencia creciente) y una apuesta por los excesos y lo caricaturesco similar a la de John Wick. La presencia del guionista Derek Kolstad en las fichas técnicas de Nadie y las películas con Keanu Reeves validan la sospecha de que los puntos comunes no son casualidad. Si allí el muchacho del título se cabreaba con la mafia por haber matado a su perro, aquí el disparador es un par de ladronzuelos asaltando su casa que, ante la falta de dinero, se llevan una pulserita de su hija menor. O al menos eso piensa él. Lo llamativo es que pudo haber evitado el robo neutralizando a los visitantes inesperados luego de que su hijo atacara a uno de ellos, pero no lo hace por motivos que en principio se desconocen. De allí en más, todo es humillación para un Hutch acusado de cobardía hasta por sus compañeros de trabajo y un vecino.
No es descabellado elucubrar que Nadie recorrerá los caminos habituales de los thrillers de revancha estilo El vengador anónimo. Pero Hutch, a diferencia del personaje de Charles Bronson, tiene varios secretos bajo la alfombra vinculados con un pasado violento que nunca se especifican, pero se ven. Volviendo a casa luego de intentar recuperar la pulsera, se topa con grupito de muchachos molestos a los que se carga a pura trompada, con la mala suerte que uno de ellos es el hermano menor de un mafioso ruso. Un mafioso malísimo, tanto como para tajearle la cara a una persona con una copa rota simplemente porque tuvo ganas. De allí en más, el director Ilya Naishuller (el mismo de Hardcore: Misión extrema) diagrama una escalada de violencia cada vez más absurda y delirante, con litros de sangre y decenas de cadáveres apilándose escena tras escena. Todo bajo la mirada impertérrita de Odenkirk, al que recién ahora le llega su oportunidad en la menguante pantalla grande.