Una de acción al mejor estilo Schwarzenegger
Sin tropiezos ni mayores revelaciones, la cinta de Ilya Naishuller nos recuerda lo versatil que es Bob Odenkirk a la hora de encarar un protagónico de pura adrenalina.
La estructura para nada realista que tiene Nadie (Nobody) funciona muy bien gracias a la escena de inicio, en la que se avisa que el protagonista es un 'tipo picante'. Con esta información de entrada, la posterior secuencia de eventos disparatados se disfrutan con el placer de estar viendo una película bien hecha aunque para nada original (hay marcadas influencias al cine de Liam Neeson y a la reciente y exitosa saga John Wick, con Keanu Reeves). Lo que sí es una sorpresa es la versatilidad de Bob Odenkirk -Saul Goodman en Breaking Bad y Better Call Saul- en el noble oficio de patear traseros, repartir piñas y asesinar mafiosos para la pantalla grande.
Hutch Mansell (Bob Odenkirk) es un hombre corriente, rutinario y predecible, hasta la irrupción de unos ladrones a su casa. Él renuncia a defender a su familia con el fin de no causar heridos y decepciona a su esposa e hijo, que empieza a distanciarse. La culpa por no ser un buen padre logra sacar a la luz su lado más oscuro. Hutch no es quien dice ser y no tarda en demostrarlo con un buen shot de adrenalina, tripas, chistes ácidos y perfectas coreografías de escenas de pelea.
Bob Odenkirk, un comediante cincuentón bastante fuera de estado pero increíble en el rol, le demuestra a la industria que cualquiera puede lograr una gran película de acción si la dirección es buena. Si la historia es bastante chata, su actuación seduce hasta al más exigente de los espectadores. Nadie da lo que promete: entretenimiento violento ideal para desconectarse de la angustia que vivimos a diario por la pandemia,
La yapa: el talentoso Christopher Lloyd (82) como el padre de Hutch (Odenkirk), un anciano rudo que no le teme al peligro que produce cargarse unos cuantos fiambres con tal de ayudar a su familia. Los rusos son los malos que se metieron con el hombre equivocado y el protagonista muta del patetismo al heroísmo en una travesía delirante que merece ser disfrutada con un balde de pochoclos.