Señor de nadie
El cine de acción siempre parece encontrar una salida del esquematismo al que se lo suele abroquelar; la dinámica de los contextos, los escenarios internacionales en los que se montan las historias y el perfil de héroes y heroínas se muestran en constante movimiento dentro del género. Precisamente, sobre esta última variable se ubica Nobody, un thriller de acción sobre un hombre que vive una rutina pura y dura hasta que ante una situación de quiebre en esa normalidad gris se transforma. Durante una noche dos delincuentes entran a la casa de Hutch (Bob Odenkirk), su hijo forcejea con uno de ellos pero el padre de familia decide no intervenir y deja escapar a ambos. La pasividad de Hutch, que opera casi como un estereotipo de fracasado con un matrimonio apagado, dos hijos que lo ignoran y un trabajo sin futuro, es puesta bajo cuestionamiento incluso por un oficial de policía que le plantea la situación de “si fuera mi familia yo los habría liquidado”. Hay en este hombre casi muerto en vida una luz que titila y que proviene de un pasado, que quiere escabullirse y salir. En uno de sus viajes habituales en autobús una pandilla se mete con una joven, y ese punto de inflexión despierta a una máquina de matar semidormida.
En la misma línea tonal que tenían Búsqueda implacable (2006), El justiciero (2014) y sus respectivas secuelas, Nobody toma la premisa de ex militar o espía jubilado que mantiene sus habilidades intactas prestas a resurgir solo por la nobleza de ayudar alguien indefenso. La modernidad que trajo John Wick (2014) en la destreza corporal y en el uso de los colores es aquella sobre la que se apoya esta nueva incursión de Ilya Naishuller, el director ruso de la fallida Hardcore: Misión extrema (película que se presentaba como un thriller narrado desde una cámara subjetiva). Más allá de la proeza (o pereza) técnica, se podía desmalezar esa retórica pura y apostar por un director con atisbos de frescura genérica. La mayor virtud para que su nueva película se emancipe y ofrezca una cuota nueva en la reconfiguración del género es la decisión de poner al frente a un actor como Bob Odenkirk, siempre asociado a la comedia pero más conocido como Saul Goodman de la serie Breaking Bad y su spin off Better Call Saul. El perfil de un hombre sin presencia física ni un rostro temerario jamás podría invitar a imaginar que detrás de esa fachada arquetípica de empleado sin ambiciones hay un especialista en lucha cuerpo a cuerpo, sumado a una mente fría para acabar con un gran número de delincuentes fuertemente armados.
La meseta de la película se avista cuando la idea novedosa se disipa y no parece haber en el horizonte nada más para ofrecer, tan solo algunas escenas de acción estilísticas que parecen duplicadas de las películas mencionadas pero no por ello menos entretenidas e ingeniosas. Otra similitud, más llamativa, es la de presentar villanos rusos como lo hacían Búsqueda implacable 3 (2014) y El justiciero. En aquellas películas esos malos aparecían como resabios de la URSS, que lejos de mantener una ideología veían en “el sueño americano” (más deforme) la posibilidad de progresar a base del aprovechamiento de la corrupción local de la policía. También en Nobody hay una connivencia de los aparatos estatales de seguridad que albergan y protegen a personajes que, en un tiempo no muy lejano, hubieran sido sus enemigos acérrimos. Pasaron más de tres décadas de la caída de muro de Berlín pero Hollywood persiste en utilizar a personajes de la Guerra Fría para nutrir sus historias de acción, aunque con variaciones en términos de sus objetivos. La lucha ideológica de las películas de los 70 y 80 es subvertida, en el cine de acción actual, por héroes de la vieja guardia que advierten una decadencia de la sociedad y del mundo en el que viven. En cierta forma es una derrota paradójica, pues los rusos son los que disfrutan del capitalismo más salvaje mientras oprimen al sistema que los “defensores de la democracia” buscaron instalar en el mundo. La respuesta a este drama está en recurrir a los jubilados, a los que otrora fueron los héroes pero que hoy están en un estado de hibernación tratando de encajar; los nobody de la sociedad estadounidense.