“Naomi Campbel” (nada que ver con la modelo) es una película que a priori trata una temática tan difícil como compleja a la hora de realizarla. Nicolás Videla y Camila José Donoso siguen bien de cerca los múltiples aspectos de la vida cotidiana de Yermen (Paula Dinamarca), una mujer nacida en el cuerpo de un hombre que, por supuesto, enfrenta grandes dificultades a la hora de poder lograr una operación de cambio de sexo. Este es el punto central y eje dramático, está diseminado como boyas a lo largo de la obra pues cada tanto el problema vuelve surgir, ya sea por conversaciones con un cirujano experto, charlas con alguna amiga, o entrevistas para participar en algún programa de TV.
Mientras tanto, “Naomi Campbel” (el título es por una amiga de Yermen que se pone ese nombre) se bifurca en un montaje paralelo entre dos estéticas visuales. Por un lado, el filmado en HD muestra el día a día como empleada en un call center esotérico para tirar las cartas del Tarot (¡?), algún novio esporádico, o la soledad de su casa. Por el otro, se inserta cada tanto un (¿viejo?) registro que ella misma hizo con una cámara (se ve como si fuera de celular) en una (o varias) noches de alcohol o de día mostrando su lugar y su idiosincrasia. Aquí es donde aflora lo que no dice, o no se anima decir a todas luces y también esa sutil poesía de la decadencia.
Confunde por momentos la intención de las imágenes. Hay cámara fija, cámara en mano, cámara ebria… no hay homogeneidad en algunos encuadres como para interpretarlos más allá del capricho. Se decide seguir a Paula a sus espaldas mientras camina por la calle. ¿Para qué? ¿Podría ser para no mostrarla de frente para que la vayamos descubriendo de a poco? No está muy claro pero, sea como fuere, hay momentos en los que el recurso se agota. Deja de contar o de tener lugar para la interpretación. Lo mismo sucede con el intercalado de cámara fija en algunos interiores.
En las tomas en la calle la gente colabora ocasionalmente mirando a la lente, como si se hubiera pretendido registrar un dejo deliberado de acciones de gente común para ver si se logra mostrar que “la miran raro” a la protagonista. El problema es lo impredecible de este tipo de riesgos. Algunos miran a cámara, luego a ella. A otros no parece importarle demasiado nada de nada y la propuesta se desluce un poco.
De todos modos, la naturalidad de Paula Dinamarca juega a favor. La claridad con la cual aborda cualquier situación hace creíble la ficción con estética documental, y allí es donde reside la mayor virtud. Por ella y por la nobleza de la intención de los directores de esta ópera prima chilena.
“Naomí Campbel” sobrevive a la convención y se transforma en un digno exponente del ejercicio del retrato. Después de todo, si se discrimina o se teme a lo que no se conoce, nada mejor que la minuciosidad descripta aquí para dejar de hacerlo.