Identificación de una mujer: gran debut del documental chileno
Es una película sobre la identidad sexual y las diferencias de clase.
Por siglos, una endeble superchería metafísica circunscribió la identidad sexual a la genitalidad y a las obligaciones reproductivas. Un cúmulo de sustantivos notables venía a mancillar a todo aquel que desobedeciera el imperativo natural. Perversos, sodomitas, invertidos, el refinamiento del epíteto varía según la época, pero la intolerancia es la misma. Es por eso que seguir los avatares de Yérman, una transexual de unos 30 años que desea operarse para definitivamente sentirse mujer, puede ser incómodo para algunos. No todos, lógicamente, incluso muchos de los personajes de esta notable ópera prima se muestran solícitos y serenos. Los tiempos han cambiado.
En efecto, observar la cotidianidad de Yérman resulta un indicio de cierto progreso moral impensable décadas atrás en Chile, un país propenso a las genuflexiones frente a los representantes del Altísimo. La estigmatización es casi nula. Ver a Yérman trabajar como tarotista en un call center esotérico o tomar el té con sus amigas mayores es una sorpresa; al menos en La Victoria (y en la película), la intolerancia está en fuera de campo. Quizás el conjunto de procedimientos médicos para conseguir la aprobación quirúrgica suscite sospechas, pero no deja de ser razonable. De todos modos, el mayor problema de Yérman es de otro orden. ¿Cuánto sale cambiarse de sexo?
Los dos jóvenes directores realizan un trabajo estupendo. Nada de sordidez y pura sensibilidad. Observar a Yérman rezando en su lengua ancestral en el interior de un tronco gigante, descansando en su casa, respondiendo el test de Rorschach en una entrevista o llevando su diario fílmico constituye un acceso discreto a la vida anímica y a la inteligencia del personaje. La ostensible geometría y el cuidado de los encuadres va en consonancia con el cuidado del personaje, pues existe aquí un visible maridaje entre tema y forma.
¿Por qué el título alude a una famosa modelo inglesa? Es casi una anécdota, pero en verdad se trata de una pista. La identidad sexual no es un problema; sí lo es la pertenencia de clase.