Un héroe del sol naciente se presenta.
Resulta extraño que una película de animación japonesa (o cualquiera de la periferia cinematográfica) se cuele en la cartelera porteña, cada vez más polarizada entre los grandes estrenos y los esfuerzos independientes para llegar a las salas de cine. Naruto Uzukami es un personaje famoso dentro del manga que ha tenido varias transposiciones en poco más de una década desde que Masashi Kishimoto lo creó en 1999: lo que nos llega es probablemente la mayor de las aventuras de este adolescente huérfano, guerrero y poseedor del “Zorro de las Nueve Colas”, aunque su principal arma es el desarrollo de su técnica, la de los clones de las sombras.
Desde el prólogo ya se advierte el correlato de la historia, la relación entre Naruto y Hinata que atraviesa toda la película. Lo más interesante no es cómo se dilata la concreción de ese vínculo sino cómo los símbolos que representan a ambos personajes -de manera muy sutil- figuran en el cuadro, especialmente el caso de la bufanda roja. La principal línea argumental se direcciona hacia unas fuerzas alienígenas prestas a acabar con la Tierra, también hay un secuestro (el de la hermana menor de Hinata) y un equipo de ninjas comandado por Naruto dispuesto a recuperar a la joven y salvar el planeta. Por los costados narrativos circulan subtramas menos interesantes que colaboran construyendo el caos en el que la historia se ve inmersa en ciertos pasajes.
Naruto: La Película reúne todo los rasgos estilísticos del cine de animación japonés: esta estrategia probablemente ya se trate de un gesto automático para los estudios, y también debe existir poco interés en recepción para aceptar cambios significativos o algún tipo de experimentación formal. De tal manera es que la comodidad -incluso para los neófitos en animación nipona- surge como base para edificar un relato que se enrosca en su propio mundo, del cual no excluye pero sí demanda una atención justa para seguir el tranco. El director Tsuneo Kobayashi -de relevante carrera- propone además un tratamiento visual focalizado en el color y en las diferentes capas nutridas por la multiplicidad de planos, un tremendo trabajo artístico desde el concepto, por eso es que debe disfrutarse bajo las condiciones que ofrece una sala de cine, tanto desde la imagen como desde el sonido.