Director de Casas de fuego (1995), premiada película sobre Salvador Mazza, médico sanitarista argentino que enfocó su trabajo en la lucha contra el mal de Chagas, y guionista de Camila (1994), clásico del cine nacional de María Luisa Bemberg, Stagnaro -de 77 años- vuelve a dirigir un largo después de un paréntesis de más de una década. Y lo hace con “una historia de amor encubierta en un policial”, según su propia definición.
Natalia, Natalia (una denominación que en la jerga policial se usa para personas no identificadas: los “NN”) es un film oscuro y elusivo protagonizado por una mujer (Sofía Gala Castiglione, solvente en su rol como es habitual) que intenta resolver los enigmas que rodean la muerte de su expareja, un oficial de la Bonaerense presuntamente involucrado en un asunto turbio.
En el transcurso de esa investigación que asume como un reto personal entra en contacto con otro policía (Diego Velázquez) quien también tiene un prontuario comprometedor. El punto de partida de esa relación está marcado por la frialdad y la desconfianza, pero de a poco el vínculo va cambiando de características.
Más cerca del final, la película -que trabaja en términos de clima y estética con los cánones del noir como referencia- despliega vertiginosamente una serie de revelaciones importantes que se habían mantenido deliberadamente ocultas durante la mayor parte de la trama.